A veces a una la vida le da regalos inesperados, pequeñas cosas que le hacen sonreír. En esta ocasión, la vida, de la mano de Joaquín y Dionisio, me regaló el privilegio de presentar Miguelón, una novela costumbrista de principios del siglo XX por un barbastrense que triunfó como literato.
Miguelón es una obra publicada en 1903 tras ganar el concurso Heirinch de novela con miembros del jurado como Benito Pérez Galdós y Ramiro de Maeztu, un jurado de excepción para un premio de renombre en aquel momento. Investigar sobre esta novel me hace pensar… ¿Por qué yo, barbastrense amante de la lectura, nunca había oído hablar de Miguelón? ¿Qué más sorpresas literarias esconde esta pequeña ciudad prepirenaica?
Dude mucho en cómo encarar esa presentación igual que dudo hoy en como reseñar esta obra. Decido, tras pensarlo, empezar ambas cosas de la misma manera. Lo mejor para definir un libro es leerlo, sus palabras son su mejor tarjeta de visita. Así que comenzamos con un pequeño fragmento de la novela de Turmo.
«La naturaleza estaba aletargada. El silencio del hielo, imagen de la quietud, apoderóse del ambiente. El sol era no más un reflejo; sus rayos, sin calor, parecían llegados a tierra a través de una atmosfera de cristal. No se escuchaban otros ruidos que el crujir del suelo al romperse su costra helada bajo la presión de los pasos, los gritos con que el mozo zaguero, hermano de Miguel, avivaba el paso del rocín, y el murmullo del rio que, al lamer los vidrios de sus riberas, ufanábase con el musgoso y cristalino fondo…»
Sorprende la calidad de sus descripciones, y no solo eso, recuerda a grandes literatos de este país.
Con un lenguaje “APARENTEMENTE” sencillo, casi mundano, Mariano Turmo traza una obra sobre la tierra, sobre nuestra tierra. Crea un escenario, el pueblo de Almonte, que bien podría ser cualquier pueblo de nuestro entorno, el Somontano, o de las comarcas adyacentes.
«La familia era para él cosa secundaria: iba a ella por costumbre; encontraba más atractivos en las soledades de los campos que en el amor a los suyos; a los hijos apreciábalos principalmente por el valor muscular de sus brazos; la muerte le intimidaba menos que la sequía, y entre una enfermedad bajo el techo de su casucho, o un nubarrón cerniéndose sobre sus campos henchidos de frutos, optaba sin vacilar por la primera.»
Eso es Miguelón, una obra de campo, tierra y costumbres. Es nuestra Barraca, como la del gran Blasco Ibañez, pero en nuestros campos. Con nuestros frutos y los colores y olores de nuestra zona.
Al igual que en La barraca, el barbastrense usó un lenguaje minucioso en la descripción, pero más sencillo en diálogos y acciones.
Aborda Miguelón diferentes temas, otro punto fuerte de esta maravilla, la depende
ncia de la tierra de nuestros abuelos, todavía hoy miramos al cielo con temor, los matrimonios concertados po
r conveniencia de lindes. La tierra es la tierra, no manda el corazón, manda el dinero, o mejor dicho, manda la capacidad de trabajar la tierra.
Miguelón es olvido, es desarraigo… Miguelón parte a la guerra y solo su madre sufre su desaparición. EL pueblo le olvida. La familia le olvida. Y es ese olvido y esa conmoción a su regreso el argumento de Miguelón, una obra que nos narra como un chico joven parte a la guerra, siendo motivo de orgullo de su pueblo, el mismo pueblo que lo olvida cuando comienza la ausencia de noticias. Y Miguel vuelve, y vuelve como despojo, herido de guerra, ya no sirve para trabajar. En ese momento Miguelón deja de existir para la mayoría.
Solo dos personas le reciben con los brazos abiertos, su madre y su novia. Y es que en el fondo esta novela es también una bonita historia de amor, o de desamor, según lo miremos.
Miguelón es sin duda una buena representación de la novela naturista en España de principios del siglo XX .
Una novela que es necesario leer, y que yo, personalmente, he disfrutado. De nuevo viajo al pasado a traves de la lectura. Pero sobre todo, me he sentido siento orgullosa de que nuevamente un barbastrense nos muestre ese buen hacer con las letras. ¿Qué tendrá Barbastro para dar tan buenos escritores?
Ediciones Taula rescata esta novela, y yo no puedo menos que ser feliz y disfrutarla.