Es difícil entender el mundo editorial. Es difícil saber que lleva a un editor a decir: “éste sí”; pero en un momento en el que la novela criminal baja de manera espantosa su calidad da gusto ver como hay editoriales que apuestan fuerte por contendidos impecables. Porque, para mí, No hay bestita tan feroz, ojo, lectores míos, digo para mí, es la mejor novela criminal que jamás leí.
Es muy difícil encontrar una novela negra de lenguaje bien cuidado y prosa ligera pero “atinada” y que, pese a eso, mantenga en todo momento el ritmo y la fuerza. Es muy difícil encontrar una novela negra que desgaje a su personaje principal. Que lo una primero, dotándolo de una honestidad que no sabes si tienes, para romperlo luego.
Esa novela es No hay bestia tan feroz. Bunker, el que fuera el preso más joven de la historia de la temible San Quintín, nos presenta en esta obra a Max Dembo, ¿será su álter ego?, un delincuente habitual que acaba de salir de la cárcel tras 8 años de pena por falsificar unos cheques. Y Max lo quiere intentar, lucha contra si mismo por sobrevivir impoluto durante la condicional, busca trabajo, se aleja de sus compañeros de fechorías… Pero pronto se siente en otra cárcel, la de la sociedad que le juzga por su pasado, la de sus propios instintos y la de una nueva vida que no sabe vivir porque nunca antes la ha tenido.
Así el autor nos crea un mundo, no lo crea, está creado, de bajos fondos y sentimientos encontrados, donde no es bueno el que quiere sino aquel al que le dejan serlo.
Impecable narrativa la de este escritor que ha dado una lección al mundo diciendo: Si se puede. Y, tal vez porque se puede, nos lo cuenta.
Es difícil entender el mundo editorial, pero Ediciones Sajalín ha acertado al decir: “Éste sí”