No se podía saber, señores. No se podía saber. Y de eso una se da cuenta viendo Chernobil. No se podía saber.
El alcance del accidente. No se podía saber. Era impensable. El espectador se sienta a ver el primer capítulo de esta miniserie y hasta se enoja. ¿Por qué van sin protección? ¡Es una central nuclear! Sinceramente os digo, te enfadas profundamente. El núcleo explota cuando supuestamente era imposible y ahí comienza la catástrofe. Pero es que, realmente no se podía saber.
Es inevitable cuando ves los dos primeros capítulos asociarlo a la maldita pandemia que asola el mundo. La Covid-19. Y piensas que no se podía saber. Y que tú conoces las consecuencias de la explosión de Chernobil y que por eso te espantas de que los médicos en el hospital vayan sin protección y de que no se desalojen ciudadanos de miles de kilómetros a la redonda. Pero es que no se podía saber, cómo el alcance del coronavirus.
Resulta chocante que el avance de la serie cree enormes similitudes con el avance de la pandemia, sobre todo si eliges, cómo yo, visualizarla durante el estado de alarma.
Y en la televisión la trama avanza y esos médicos empiezan a tomar yodo y llevan mascarillas y guantes. Y tú sigues a lo tuyo. No se podía saber, cómo era impredecible hasta qué punto un ínfimo virus nos iba a cambiar la vida. Y prestas atención a los pequeños detalles porque de repente se aísla a los enfermos y la imagen que te muestran es de sanitarios muy protegidos. No se podía saber, pero poco a poco se iba sabiendo. Como el virus.
Y ya estábamos todos en casa con guantes y geles y mascarillas. Los expertos sabían más de cómo avanzaba la pandemia, cómo los ingenieros nucleares asumían que el núcleo podía explotar y que la radiación que flotaba en el aire era muy superior a la tolerada. Pero muy, muy, muy superior. Igual que el coronavirus era mucho más peligroso de lo que en principio pensábamos.
En ambas situaciones se actuó demasiado tarde, mas es que no se podía saber.
Pero, (siempre hay un pero), entonces la serie da un pequeño giro, un apunte, un “saber lo que iba a pasar igual no”, pero prevenirlo. Prevenirlo, seguro que sí.
Porque si algo nos muestra la historia es que los humanos rara vez aprendemos de los errores cometidos.
No se podía saber. Dudo. Quizá sí. Ahora sí se sabe… No volvamos a cometer el mismo error.