Que la izquierda está del lado de los pobres es un mantra que llevan acuñando y repitiendo durante décadas y prometen seguir haciéndolo ad nauseam porque parece que les va bien.
Y les va bien no porque lleven años intentando paliar los problemas de los más desfavorecidos, que va, sino porque, a sabiendas o no, quieren tanto a los pobres que no dudan en asegurarse de que cada día se fabrican unos cuantos.
Pobres coyunturales que se van acumulando a los estructurales, esos que la izquierda tiene siempre en cartera para echar mano de ellos cuando se necesita, como si de una ocupación o estilo de vida —voluntariamente elegido— se tratara.
Si para no crear ricos, hay que mandar millones de empleados de este sector a la calle, pues se manda y a otra cosa mariposa, ya los reconvertiremos en asesores, comisarios políticos o lo que se tercie.
Para la izquierda siempre debe haber pobres término que en estas líneas me permito usar tan profusa como desapasionadamente, en la forma que los políticos de izquierdas, gustan de hacer.
Esto es así; porque si no, no se entiende que las políticas izquierdistas se centren, de un tiempo a esta parte, más en la destrucción de empleo que en la creación de puestos de trabajo, horizonte más deseable y beneficioso para todos a priori, ¿no?
Pues no.
Las continuas salidas de pata de banco de políticos (y políticas) de izquierdas del ramo partidista que sea, se empecinan a diario en demostrarnos que lo mejor para el país y sus ciudadanos (por no decir España y españoles, término totalmente demodé) es atacar sectores clave de la economía, como por ejemplo el turismo, centrados como están en el grano gordo de que nadie vaya a hacerse millonario —que desfachatez— a base de fomentar o sustentar la industria turística o la que sea.
Y si para no crear ricos, hay que mandar millones de empleados de este sector a la calle, pues se manda y a otra cosa mariposa, ya los reconvertiremos en asesores, comisarios políticos o lo que se tercie.
Lo mismo puede decirse del resto de sectores económicos, en los que, so pretexto de ayudar a la clase obrera, tras huelgas, paros y demás, el final de trayecto se convierte siempre en un calvario para quienes defienden un puesto de trabajo que los gurús políticos de la izquierda les han ayudado a perder.
Por otra parte, se procura la entrada en España —con promesas que NO cumplirán— de un aluvión de personas que, acuciadas por el hambre, la necesidad o la guerra, intentan mejorar sus vidas, cuando no salvarlas directamente de un calvario.
Ello, loable de por sí, se convierte en un desmán cuando no se tiene en cuenta la capacidad del país para acoger y abastecer a un número nada desdeñable de personas que, llegados aquí, se merecen una vida digna, lo cual solo es posible si se controla, nos guste o no, el flujo migratorio.
Pero claro, movidos por unos intereses que poco tienen que ver con el altruismo (no nos engañemos) para los políticos de izquierdas, esta migración descontrolada supone una serie de oportunidades, materia de otro artículo, que les lleva a jalear la entrada de personas sin importarles que aquí no puedan salir de una pobreza latente que a ellos les viene de perlas.
Y así, entretenidos como nos tienen con sus múltiples soluciones fáciles a problemas difíciles, van consiguiendo proscribir a quien viene a dejar su dinero a base de turisteo, alentando a su vez a quienes demasiada desgracia tienen como para descubrir que su tremendo esfuerzo solo les ha llevado a seguir siendo pobres.
Pero eso les da igual (a los políticos de izquierdas, digo), ellos van a lo suyo, a la demagogia fácil, a crear un problema para luego intentar darle una solución disparatada culpando a otros con el único fin, lo estamos viendo a diario en los paraísos socialistas, de empobrecer a todo dios.
Luego lo llaman igualdad, igualando por debajo, eso sí; convirtiendo a todos en pobres a base de cargarse el tejido productivo reemplazándolo por otro demandante de ayudas sociales que, hasta que se acaben las reservas, dilapidarán entre tirios y troyanos. Nos suena de otras veces.
Pero eso ya es otra historia y esa misma historia les ha enseñado que ya vendrán otros a arreglarlo, así que no tienen miedo.
La izquierda está con los pobres, por eso, cuantos más haya, mejor.
Si no los hay, se fabrican, que en eso —reconozcámoslo— son unos artistas.