Anteayer, justamente, solicité participar en una visita guiada a la Fundación Antonio Gala en Córdoba, habida cuenta de mi trabajo actual en la universidad de esta ciudad fragante. Y ayer, al conocer el fallecimiento del escritor, recordé un artículo suyo titulado “El olor del sueño”, de cuando escribía La tronera en el diario El Mundo, que extracto ahora para compartir esas impresiones con ustedes:
«No sé por qué, ni para qué se sueña. No sé si la realidad tangible de la vigilia influye en la realidad intacta de los sueños; ni cuál es más real; ni de qué se alimentan una y otra, si es que no son las dos nuestro alimento, o más, si es que las dos no son nosotros a la vez. […] Yo no recuerdo casi nunca mis sueños. En ocasiones tengo la sensación, al despertarme, de salir de una fiesta, pero ignoro si hubo más invitados y cuál era la música que oía. Sé que sueño colores, pero hasta hace poco jamás había soñado sólo con un olor. Era visible, espeso, derramado, armonioso. En el sueño pensaba: «Son jacintos y jazmines y almendros. O dama de noche y nardos y narcisos. O quizá todo junto». No veía ni flores, ni luz: el olor solo inundándolo todo, empapándolo, suavizándolo todo. Me despertaron las voces del olor. Y no encontré en el cuarto nada maravilloso: ni luz, ni flores, ni un frasco de perfume…».
Muchos soñantes dicen que siempre lo hacen en blanco y negro. Pocos afirman recordar la música de los sueños. Pero nunca antes de leer a Antonio Gala había reparado en que se pudieran retener los olores de un sueño, aun sin llegar a reconocerlos ni poder identificarlos del todo.
Quizás porque los olores son percepciones muy ligadas a la parte primitiva de nuestro cerebro, a nuestra mente instintiva, vuelven a menudo en forma de recuerdo, y tal vez de ese modo es como vienen a introducirse en nuestros sueños.
Jazmines, nardos, jacintos… Sentidos o soñados, los aromas que nos embriagaron en los lugares en los que vivimos vienen a nuestros sueños, junto con los sonidos y colores, como olores grabados en la memoria.
En efecto, tal la decepción que nos refiere Gala al despertar, nada hay maravilloso en nuestros cuartos. No es de los dormitorios de donde proceden los aromas, sino de la memoria, esa caja repleta de sensaciones que en ocasiones se abre también durante el sueño.
“Recuerde el alma dormida…”. Quizás morir sea despertar al sueño para volver a recordarlo todo.