La interpelación del Grupo Parlamenario Entesa del Progrés de Catalunya en la Cámara Alta, instando al Gobierno a que se excluya cualquier previsión de nuevas transferencias de recursos entre cuencas hidrográficas, ha dado lugar a que ocho senadores aragoneses del grupo Popular -cinco del PP y tres del PAR- rompan la disciplina de voto y vuelve a poner sobre el tapete de la actualidad un problema que ha constituido a lo largo de todos los siglos un problema repetido en Aragón.
El de que sobre nuestras tierras siempre ha pesado la incógnita del agua, porque ha sido y sigue siendo el ser o no ser de las mismas. Es por eso, pues, que Aragón ha de estar alerta ante la posibilidad de un nuevo Plan Hidrográfico que pudiera contemplar trasvasar agua del Ebro en determinadas situaciones, lo cual, y pese a que la crisis limitará emprender obras hidráulicas, no se puede descartar de cara al futuro siendo que el PP ha votado en contra de la moción antitrasvasista y ha anunciado, además, sanciones para los senadores que no han secundado esa posición.
Podríamos, por tanto, volver a enfrentarnos a lo de siempre: a que ya que el agua es un bien escaso, tomemos conciencia de que en Aragón disponemos de excedentes del líquido elemento y aceptemos ceder la sobrante porque, en definitiva, el agua es un bien de todos los españoles. Y porque en Aragón, a falta de otras riquezas, disponemos de agua en mayor cantidad que otras regiones, se nos viene instando a que, como pueblo solidario que somos, compartamos ese bien.
Una petición a la que no será posible acceder sin tener antes la certeza de que cediendo agua se cubrirán todas nuestras necesidades, así como también, y muy principalmente, sin pedir a cambio algunas contrapartidas, como, por ejemplo, entre otras, que el Gobierno de la nación se involucre en hacer cumplir las sentencias existentes en relación con la devolución de los bienes sacros que la diócesis de Lérida tiene en depósito y que se niega a entregar a la de Barbastro-Monzón, legítima propietaria de los mismos. Que favorecer el poner fin a este contencioso sería también, digo yo, una muestra de solidaridad a la que, sin embargo, no parecen estar nada predispuestos por otros lares.
Con todo lo que se diga, lo cierto es que Aragón sigue dependiendo del agua, y desde esta tribuna aplaudo el proceder de los senadores aragoneses, que se han mostrado partidarios, como es su deber, de velar por los intereses del pueblo al que representan y de las personas que lo habitan y les votaron. No hay que olvidar que el tema del agua ha sensibilizado la mente de nuestros intelectuales en una continua reivindicación por regar las tierras del Alto y Bajo Aragón. Seguro que Costa, Cajal, Severino Aznar, pioneros de esta lucha por el agua, se quedarían ahora atónitos ante cualquier intento trasvasista y sin ninguna contraprestación.
El problema del agua en Aragón no está resuelto. Queda mucho por hacer aunque sea muy cierto que el PP quiso realizar las denominadas obras del pacto del agua y no se le puede considerar culpable de que luego no se acometieran. Desde siempre el clamor de nuestros pueblos se deja oír cuando situaciones climatológicas adversas les sitúan en una encrucijada límite que es neceario atender. Y cuando llega ese momento es preciso, por ejemplo, que las aguas de nuestro Pirineo que se dan, en parte, en una ignorante política de generosidad incomprensible, sirvan primero, y fundamentalmente, a esos pueblos que las ven nacer y a sus necesidades. Y luego a otros intererses económicos que están por debajo, sin duda, de esas primeras necesidades que es el consumo humano. Porque Aragón ahora y en el futuro tiene su desarrollo condicionado a ese factor cada día de más valor: el agua.