Hoy, leyendo la prensa, me he acordado de Panzaburra cuya historia me contó un juez ya jubilado.
En un pueblo de la Cataluña profunda, frontera con Francia, había un párroco muy gordo, fumador de puros, apellidado Gaudí, y conocido como “Panzaburra”. El hombre creíase amo del pueblo y hacía de su capa un sayo. Vivía amancebado con la viuda de un piloto de avión que murió, en la provincia de Cuenca, en impactante accidente que sesgó la vida de uno de los mejores deportistas que ha tenido nunca España. Estamos en los años sesenta.
Panzaburra, con la confianza que otorga el cargo, había montado en la sacristía una oficina de expedir carnés de conducir, en favor de sus feligreses. Muchos trabajaban en Francia, cruzando la frontera a diario, y si en lugar del carné para coche lo tenían para camión su salario aumentaba unos picos. Panzaburra, siempre dispuesto a ayudar, expedía los carnés al gusto del conductor:
- ¿Cuál quieres? ¿el de primera o el de segunda?
Pero Panzaburra traspasó los límites de lo aconsejable y de lo permitido, incidiendo en el patrimonio de los feligreses… Cuando paseaba, embrazado de la viuda, y veían hermosos campos de manzanas, que en aquel país se criaban muy sanas, hablaba con el propietario y le decía: “ Esa cosecha de manzanas… para la Parroquia” Incluso algunos predios lindantes con las fincas de su viuda pasaron a propiedad de ésta tras las órdenes del clérigo.
Los abusos de Panzaburra acabaron en denuncias y “La Vanguardia Española” (así se llamaba entonces) se hizo eco del escándalo.
El juez instructor viajó a la ciudad en visita de inspección ocular, y comprobó que en los cajones de la sacristía, en lugar de misales y libros de culto, había decenas de carnés de conducir, algunos en blanco, otros ya expedidos… El testimonio de algunos vecinos (los valientes, o sea pocos) era tan escandaloso que el animoso juez miró al Código Penal para encausar al villano. Pero la cosa no fue a mayores, porque cuando el fiscal leyó el sumario llamó al juez para decirle que, por tratarse de asuntos del clero,… mejor no entrar. Al parecer se dio parte al obispo para que tomara medidas.
Lo de Panzaburra, repito, fue en los años sesenta.
Hoy he leído en la prensa la petición de penas del Fiscal al Gerente y al Presidente del Consejo de Administración de “PLAZA”, una empresa pública de la DGA que manejaba cientos y cientos de millones. Les acusa de varios delitos cometidos en la compra de unos terrenos. (A parte hay otras varias denuncias más por distintos chanchullos)
Los terrenos se compraron por el triple de lo que hubiera costado la expropiación. Y entre el Gerente y el Presidente del Consejo se repartieron el 10% de la operación cobrado del vendedor (más de330.000 euros para cada uno) Y leyendo la noticia me he acordado de Panzaburra.
El descaro de estos dirigentes de PLAZA era similar: en un principio firmaron la compra por 4 millones, pero luego el Gerente rompió el contrato e hizo otro por importe de 6 millones, de dinero público. El vendedor no daba crédito…
Panzaburras ha habido siempre y los habrá. Ya puede haber democracia o régimen autoritario. Los tiempos cambian pero la gente no tanto como parece. Igual sale un piernas con sotana en un pueblo de la Cataluña profunda, en los años 60, como cientos de glamurosos hombres en la actualidad. Con la diferencia de que ahora no andan tan escondidos y en lugar de humildes sacristías usan despachos de lujo y se mueven en coche oficial, con chofer oficial.
Confiemos en que el carne del chofer sea legal.
Blas Broto Campo