“No soy un pintor figurativo, no soy un pintor abstracto, no soy un pintor clásico, no soy un pintor moderno. Me importan un rábano la postmodernidad (la cultura de sensaciones fragmentadas, nostalgia moderada, simulacros desechables y superficialidad promiscua, en la que los valores tradicionales de profundidad, coherencia, significado, originalidad y autenticidad se desvanecen o disuelven entre el torbellino aleatorio de señales vacías). Tampoco me importa la ultramodernidad (José Antonio Marina habla de unir el rigor con el divertimento y remite a Gracián que proponía estudiar un tema con seriedad y rigor, presentándolo poéticamente ) Tampoco me importa la retroprogresión (el avance hacia el futuro con la alforjas del pasado, ser anciano y niño a la vez, según proponía Salvador Pániker). Niego la muerte de la pintura. Me hago preguntas y las intento responder sobre una tela y tensadas en un bastidor”. “Uno no puede ser otro” asevera el pintor.
A contracorriente, convencido de lo que hace, sin que le importen las críticas adversas, su obra, tras 40 años de ejercicio, se desarrolla entre el verdor del Pirineo francés y la sequedad de la proximidad de los Monegros y también entre los retratos de sus amigos y la gente cercana.
“Empecé pintando ideas y ahora, simplemente, pinto lo que veo. Antes me interesaba más el qué que el cómo, y ahora es al revés. Pinto lo que veo y lo que está pasando, pues creo que es la única forma de conocimiento posible, lo cercano, lo cotidiano, como una forma de conocerme a mí mismo. Lo que vemos no es la realidad, pues nuestros sentidos no son capaces de aprehenderla en su totalidad, por lo que no puedo ser un pintor realista. Intento comprender mi entorno más cercano, pero sólo serán aproximaciones… Mis motivaciones son profundamente literarias y leer es vivir la vida de otros, lo cual me ayuda a conocerme o a constatar la imposibilidad de hacerlo”. Pepe Cerdá es un lector empedernido y conversador locuaz, asimilado a la idea de que sólo siendo local se puede ser universal. Pintar es un deseo de persistencia, se pinta lo que se desea que permanezca y lo que se desea recordar.
Pepe Cerdá, desde los comienzos de su dilatada trayectoria, ha transitado por distintos estilos y diferentes temáticas: ha experimentado con resinas y objetos, ha sido un pintor abstracto, ha centrado su atención en retratos de personajes históricos, ha realizado obras uniendo texto e imagen, se ha servido de ciertos elementos propios de la ilustración como si fueran ideogramas, adjuntándolos a las obras, ha unido elementos no figurativos con otros realistas en la misma obra. Ha utilizado la fotografía como soporte de sus pinturas y también como guía de sus telas. Todo en diferentes etapas de su oficio pictórico. A lo único que no ha renunciado nunca es a pintar en la más amplia expresión, ya desde sus inicios al lado de su padre también pintor. Pepe Cerdá es un pintor de oficio, que resuelve muy bien las obras y las dota de una expresión vívida cargada de emociones. Óleos, acuarelas e ilustraciones componen el grueso de su producción artística y en esta muestra da buena cuenta de ello. Los retratos de sanitarios y dispensadores alimentarios de su producción reciente, resultan un homenaje a las personas que han sido fundamentales en esta pandemia. Aquí su trabajo está inmerso y comprometido en su realidad más cercana y desde luego pinta lo que ve, lo que pasa en el momento. Un retrato es un sujeto representado por otro, dice el artista y es así y a él le gusta representar a sus amigos o a personajes de su entorno. En muchas ocasiones ha señalado que la razón de pintar, es solamente porque le gusta, porque ama la pintura y no existe ninguna otra razón más importante, ni que pudiera tener más peso.
La pintura de Pepe Cerdá es una pintura que se disfruta, que da placer al ser contemplada, pero, personalmente me gustaría verla inmersionarse en algún tipo de proceso novedoso, algo que no sólo la conecte con el tiempo en el que discurre, sino también en otras dimensiones más culturales y sociales. Me gustaría que, como su admirado David Hockney, experimentara y explorara vías inusuales ( D.H., a sus 84 años, realiza unas obras maravillosas exclusivamente con el i-pad). Experimentar y situarse en el proceso acierto-error es, desde mi punto de vista, un camino enriquecedor y referencial. Quizás el artista se ha instalado en un cómodo escenario que resuelve con gran acierto, pero que deja poco lugar para la sorpresa. Cuando un artista hace algo muy bien, es hora de cambiar pues se corre el peligro de repetirse en un bucle constante. La pintura de Pepe Cerdá de los primeros años hacía pensar, tenías que descifrar un código, unos signos y asimilarlo a tu conocimiento. El concepto era algo que interesaba al artista, pues es comúnmente aceptado que la diferencia entre el arte y la decoración reside en el concepto, en la idea que tiene que embeber la creación artística. Así, parece que de una forma paulatina el trabajo de Pepe Cerdá se fue “desemantizando”, a la vez que ganaba en plasticidad, hasta hoy, en que lo estético prima en las composiciones del artista, quizás en detrimento de esa idea que vertebre su obra.