Esta travesía, además de ser aventura y de ser sostenible, quizá a causa de la crisis, la habíamos previsto como de «supervivencia». La idea era en principio hacer el mínimo gasto posible. En el fondo creo que queríamos recordar nuestras experiencias en el Camino de Santiago del año 2005, realizado en este estilo y que nos era de gratísimo recuerdo.
Si la primera noche había sido de vivac, esta segunda noche acudimos a un camping en Sant Llorenç de Muga, un poco antes de llegar a Albanyà, entre otras cosas, porque se nos hacía ya de noche. Habían sido casi 100 kilómetros de un sube-baja constante que no era más que el preludio de lo que nos esperaba en las siguientes etapas.
A la mañana siguiente, una cosa era evidente: habíamos dormido como leños. Respirábamos optimismo pues el trato y el precio de la acampada habían sido más que correctos. Comenzábamos la segunda jornada, eso sí, con el estómago vacío y con la idea de llegar a Albanyà para comprar el desayuno y la comida.
En este pueblecito nos atizamos un bocadillo de pan-tomaca y embutido típico de la zona. Seguidamente buscamos el bar del pueblo para acabar el desayuno y así, mientras Diego trabajaba con el ordenador para descargar la ruta en el GPS, yo iniciaba con una señora mayor que nos atendía tras la barra una amena conversación intercalada por dos cafés largos.
Me asombraba de un bloque de apartamentos que se construía en medio del pueblo y la señora manifestaba la inquietud que le producía el aumento de inmigrantes a causa de las obras. Intentaba yo convencerla de que, gracias a ellos, se podían llevar a cabo obras como esa, tan aisladas y sin lugareños suficientes para trabajar. Le explicaba que en Barbastro había muchos y se convive muy bien y además tienen trabajo, por ejemplo, con la vendimia. Ella, poco a poco, venía a buenas…
Esta etapa comprendía la ascensión de dos puertos, el primero de 20 km con bonito descenso y un interminable segundo puerto por la Val de Bac, donde veo una foto de la piedra-hito que me recuerda el coll de Carrera, al que había precedido una mini-siesta de 20 minutos y por fin la llegada a Sant Pau de Seguriès. Este pueblecito, poco antes de Camprodón, iba a ser nuestro fin de etapa, pues había que visitar a los primos de Carmen Guardia. Ellos son los descendientes que regentan la casa donde nació el padre de Carmen (qepd) y que ahora esta mansión es un estupendo alojamiento rural (Mariner, tfno.972747012)
Después de cenar cuatro cosas que habíamos comprado nos reunimos con los primos en una agradable tertulia que se alargó hasta la medianoche. En esta conversación y, dado que la familia de Carmen es muy deportista, no dudé en invitarles a venir a nuestro «paraíso» de los deportes de aventura para guiarles con la bici en un barranco o, si no, en invierno haciendo esquí de montaña.
Ya metidos en la cama se desató la única tormenta de los ocho días de ruta.