En mi opinión es así mismo, «a golpe de pedal», como podremos romper viejos esquemas que nos unen, o mejor, nos atan (por favor, siempre con el preceptivo cinturón) a los coches, a los aviones, a los largos viajes, sentados en cómodos sillones sin pensar a costa de qué nos movemos, por ejemplo en unas vacaciones placenteras.
Pues, señores, es a costa de seguir emitiendo gases que aumentan el efecto invernadero, de provocar que nos acerquemos poco a poco al desastre que supondría el que dentro de veinte años el casquete de hielo del Polo Norte se derrita por completo. Es la última advertencia hecha por la ONU y aparecida en todos los medios estos días.
Creo que no sólo hay que romper los esquemas de nuestros viajes de vacaciones. Ciñéndonos al día a día de cada uno de nosotros, os pido que reflexionéis conmigo: ¿Cuándo nos decidiremos a utilizar todos nuestras bicicletas para movernos por la ciudad desde el desplazamiento diario al trabajo hasta nuestras escapadas para tomar un café, comprar el pan o el periódico…? Barbastro se cruza en veinte minutos a pie y en mucho menos pedaleando. Entonces, ¿por qué casi TODOS los barbastrenses usamos y abusamos tanto de nuestros vehículos a motor…?
De verdad, si con este relato o con el magnífico libro, a punto de publicarse, sobre la aventura de Diego Ballesteros en Pekín logramos hacer reflexionar a alguien sobre la necesidad de una vez por todas de romper este círculo vicioso y cambiamos nuestra actitud para hacer de nuestra vida en el planeta Tierra un proceso equilibrado que nos acerque al desarrollo sostenible, habremos conseguido ESO con lo que de verdad nos comprometemos y a la vez soñamos al describir estas aventuras tan ciclistas como montañeras.