Quizás, a pesar de todo, nos hemos levantado mejores como sociedad. Quizás las decisiones de abrir un albergue temporal en Fraga, de consolidar una vivienda para temporeros en Albalate de Cinca, de tener los albergues de Tamarite de Litera y Binaced ya en funcionamiento, y muchas viviendas de empresarios agrarios ya habilitadas hacen que nuestras comarcas reaccionen desde la esperanza ante el miedo mediático al coronavirus y ante el miedo de que los brotes acaben por estigmatizar al sector agrícola y en especial al colectivo de los temporeros inmigrantes.
Quizás entendamos el largo camino que hemos recorrido durante muchos años en las comarcas del Cinca Medio, Bajo Cinca y La Litera, juntas y de la mano con estos trabajadores, para ser referentes en agricultura y agroindustria, y esto nos haga destacar la gran importancia nuestro sector y nuestra sociedad.
Quizás en vez de estigmatizar, valoremos el duro trabajo de los temporeros, que han sido el carbón que ha alimentado las locomotoras del sector porcino y de la fruta en nuestros pueblos.
Quizás seamos capaces de construir de abajo a arriba y no de arriba abajo el precio de nuestro trabajo y nuestras vidas (la cadena de valor de los productos agrícolas).
Quizás la sociedad y los medios de comunicación empiecen a tratar con la misma objetividad al sector primario y a otros sectores, en los que los casos de COVID-19 no son criticados con tanta saña.
Y quizás cuando todo esto haya pasado entendamos la diferencia entre albergar (instalar o tener viviendo a una persona temporalmente en la casa propia) y acoger (recibir o admitir a persona en su casa con el fin de tenerla como invitada, ayudarla o protegerla).
Creo que durante esta crisis sanitaria hemos entendido lo importantes que somos los agricultores y los trabajadores agrarios para la sociedad, y tenemos la obligación de conseguir que todo el mundo nos valore.
Creo que el futuro cimentado en el trabajo de acogida que se ha hecho durante años por parte del sector primario, no se desmoronará por discusiones ideológicas eternas, si no que se asentará con las generaciones futuras, para las que el término “diferente” no será ya la excepción. Quizás tengamos que volver a la inocencia de mi niña, que, cuando aún había colegio, un día se quería casar con Ibrahima y al siguiente con Mamadou…
¡Suerte para todos!