Agosto trae, desde hace nueve años, una nueva edición de Bfoto, cuyas exposiciones permanecen hasta bien entrado septiembre. Además de las numerosas exposiciones al uso,
Bfoto presenta una serie de actuaciones distintas en diferentes puntos de Barbastro:
Las Verotipias del río Vero que me parecen un trabajo social y necesario de reivindicación del río, una llamada de atención que me lleva a plantearme, dado el bajo caudal del Vero, la utilización parcial de algunos tramos, o la posibilidad de construcción de ciertas plataformas… y la necesidad vital de que sea un río limpio…
La participación ciudadana en Kosofoto, en el Coso barbastrense, es un aliciente, un acicate más, entretejida de palabras, imágenes, cervezas y amigos…
En el hall del Teatro Principal, el colectivo Afib en su particular homenaje al séptimo arte aporta imágenes alusivas al cine, en una miscelánea seductora y estimulante.
La Afib en su sala ha seleccionado el trabajo, La cicatriz del guerrero, de Pilar Piedra que habla de cómo las cicatrices físicas son capaces de desarrollar un proceso catártico en los humanos y confrontarlo con la propia naturaleza también repleta de cicatrices que no dejan de cambiar y evolucionar. Una interesante reflexión con bellas fotos de naturaleza acompañada de textos y música oriental que predispone al intimismo y al recogimiento.
En el Gran Formato, en distintos emplazamientos en la ciudad, Fernando Bayona presenta Out of the Blue (inesperadamente) una serie de tomas de interiores y exteriores de viviendas (a veces de maquetas) que parecen americanas, donde la acción que se desarrolla resulta un tanto imprecisa, con un aire a Hopper y con un cierto erotismo, en tonalidades muy atractivas. Laura Amado, en Soy Así nos muestra a unos personajes todos relacionados con la música y en unos interiores, con mobiliario y vestimentas de varias décadas atrás: fotografías muy construidas que rezuman la nostalgia de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Las inquietantes composiciones de Agata Mendziuk completan este apartado con unos tonos saturados y violentos donde la ambigüedad de la acción desprende tintes siniestros.
En Ibor, Víctor Alonso en Katasumi expone una serie de obras, de gran calidad, de pequeño formato realizadas en Japón, en un discurso un tanto deslabazado y con un montaje que resulta bastante obvio, en una suerte de rollo de celuloide. El tamaño de las copias es igual que las reproducciones del libro que tiene editado y me pregunto si no deja de tener sentido una expo que está editada, si no se muestran las obras a un tamaño sensiblemente mayor.
En los Emergentes podemos observar la savia nueva y hay mucho de interés. En la Uned Cristobal Ascencio en Las flores mueren dos veces nos habla de memoria, naturaleza y metamorfosis. Cómo la memoria, altera los recuerdos, en unas imágenes manipuladas digitalmente, de plantas y personas de su familia que conforman su biografía sentimental.
Maria Joâo Salgado, a través de la superposición de las imágenes en Each step is a dialogue quiere crear un mundo personal de relaciones con uno mismo y con los otros en un marco amplio, difuso y abierto, proponiendo y sugiriendo confluencias sesgadas.
Joaquín Zamora sorprende con un trabajo muy asentado y formal en blanco y negro, donde aúna, historia, costumbres, roles de género y escenarios abandonados. Una temática demasiado extensa para tan pocas obras, con un discurso ambiguo, Los pecados de los otros, y con unas fotos magnificas. Yujie Zhou en Four Women nos da a conocer a su familia, cuatro generaciones de mujeres que atesoran más de 100 años de historia de la China contemporánea: una obra fresca y sincera en la que elabora, a través de distintos procesos, el devenir de su propia existencia.
En los Almacenes San Pedro, la obra del italiano Mauro Curti, Riturné (Volver)y la del alicantino Baltasar López Oír un río (palíndromo) quieren recuperar un espacio, el italiano su pueblo originario del Piamonte y el español el río que transitó en su juventud. Unas evocadoras imágenes que quieren reconstruir un pasado que no se desea que muera.
El Moliné acoge los trabajos de dos mujeres, ambas muy interesantes, en distintas muestras:
En el momento exacto, o muy cerca de lo que se indica cómo final de Laura Voskian constituye la única expo en la que el elemento humano es inexistente: de la sombra de un muro hace una abstracción o cómo a través de dípticos o trípticos construye relatos entre la naturaleza y lo indefinido o entre lo insignificante y lo importante. El título parece un tanto artificioso y poco conectado con las obras.
Retratos de Lucía B. Carro constituye un mosaico de jóvenes de su tiempo, realizados siempre de la misma forma, sobre un fondo blanco y de un mismo tamaño, que recuerdan la obra de algunos fotógrafos alemanes, que abogaban por la objetividad y la serie como el matrimonio Becher. Unos retratos magníficos, que adolecen como la obra de Víctor Alonso del tamaño y escala adecuados para su exhibición. Las obras de LBCarro a mayor tamaño cobrarían una potencia insospechada.
En el Museo Diocesano Jessica Denis en Paisajes para el atentado busca explorar lo masculino en su adscripción a un género determinado y en sus implicaciones emotivas violentas o depresivas.
Con un mismo formato un tanto monocorde, establece una narrativa de fuerza, poder y vulnerabilidad en imágenes modificadas digitalmente que producen una atmósfera inquietante.
Como conclusión podríamos decir que, en esta edición, la casi totalidad de los trabajos se centran en el humano y su entorno, en cómo nosotros humanos ocupamos el mundo. Y esa nostalgia que está presente en muchas creaciones. También me parece adecuado apuntar la alta calidad de las propuestas.
Quiero felicitar y agradecer a todos quienes hacen posible este festival, que son muchos, a Antonio Lachos y a toda la AFIB y a mi querido Julio Álvarez Sotos por su apoyo.
¡Larga vida a BFOTO!