Rita Piedrafita, crítica literaria barbastrense, consigue la sexta posición en el II Concurso de relato express de la web y revista Cultura Inquieta, con el patrocinio de Iberdrola. El certamen consistía en seleccionar una fotografía para Instagram junto con un pequeño relato. La web dio a conocer ayer los 7 ganadores. Se han repartido un total de 2.000 euros en premios ( 600 euros para el ganador, 400 para el segundo clasificado y 200 euros del tercero al séptimo). El concurso comenzó el 19 de abril y finalizó el 7 mayo a las 23:59 horas.
El Relato de Rita Piedrafita
En cuanto al relato de la crítica literaria barbastrense, se trataba de una carta dedicada a su madre sobre la soledad. Para acompañar este escrito, Rita eligió la fotografía de unas palmeras que tomó en el Vendrell.
Tras conocer los resultados del concurso, Rita se mostraba muy contenta de estar entre los siete mejores relatos, ya que en un principio le surgieron algunas dudas acerca de la extensión del mismo y estuvo incluso cerca de no presentarse.
A continuación el relato ganador de Rita Piedrafita:
«Querida Madre:
El viernes salí a la terraza de madrugada. Hacía frio y la ciudad estaba en silencio. Yo estaba ahí, en pijama y bufanda, observando el paso de nadie.
No sé por qué lo hice, pero salté de la cama con prisa, como quién apaga el despertador tras una noche de malos sueños. Me abrigué, llené un vaso de agua con gas y me refugié en el exterior.
Mi semana marcaba depresión. ¡Qué difícil estar solo cuando no se sabe! Tú sabes de qué hablo. Ahora lo sé. Antes era una joven alocada que no quería imaginar qué sentiste cuando dejamos el nido que construiste para nosotros. Te quedaste sola en una casa con demasiadas camas. Vivíamos nuevas vidas y creábamos nuevos nidos. Nunca oí queja ni reproche. Nunca me contaste que era eso de la soledad. Pero lo sabías. Y te preocupaste en exceso cuando la vida me impuso una soledad no deseada.
Ahora lo sé.
Sé que se siente cuando no hay camas por hacer y el lavaplatos es un adorno de seiscientos euros. Y te admiro por ocultarnos tu dolor para que no sufriésemos más de lo que habíamos sufrido.
Sé qué sentiste cuando la comunicación dependía de descolgar un teléfono o cuando asumiste que Navidad no volvería a ser nuestra Navidad. O qué pasaba por tu cabeza cuando no eras tú quien ponía el termómetro o preparaba caldo los domingos post fiesta.
¿Por qué no me hablaste del miedo atroz que te recorre cuando crees que vas a morir y que nadie vendrá a salvarte?
Sentada ahí pensé en ti y en mí y en que la soledad también era sentarse en un balcón sin flores a pensar en tu madre. Y me descubrí. O empecé a hacerlo, porque descubrirme a mí es una tarea complicada con atisbos de no acabar bien.
Con frio en el cuerpo y un silencio que antes me enloquecía, fui feliz. Tanto que esperé la madrugada con ilusión casi infantil y, en el momento justo, preparé bufanda y agua con gas, y me senté a preguntarme cómo era yo, cómo eras tú.
Hoy he despertado consciente de que la soledad no es una enemiga que llega para quedarse sino una aliada que escoltará mi recorrido, que puedo morir acompañada y que el lavaplatos volverá a funcionar algún día.
Hoy, querida Madre, soy feliz.»
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