(Canción de navidad de Charles Dickens)
He jugado a imaginar. Si yo fuera Scrooge, ese avaro protagonista de Canción de Navidad, ¿qué me mostrarían mis fantasmas de las navidades pasadas, presentes, futuras?
Si yo fuera Scrooge, mi fantasma del pasado me guiaría por un Barbastro antiguo pero muy bonito. Niños, muchos niños, jugando en las calles pese al frío, adolescentes con pipas en los laterales de los jardinetes, algún beso escondidos en el paseo de los enamorados. Barbastro es luz en mis navidades pasadas. Es el escaparate de Sambeat marcado con la nariz de muchos niños, es el salón Universo, con juventud alrededor, es el kiosko del Sr. Cecilio o el bullicio de la SMA.
Barbastro es una margarita que adorna entradas comerciales. “Barbastro está de moda”, decían nuestros comerciantes. Barbastro es comida en casa de los abuelos los domingos. Es ternura y niebla.
Si yo fuera Scrooge, mi fantasma del presente me llevaría a un Barbastro modernizado, amplio, más seguro. Menos niños jugando en la calle. Ahora juegan encerrados en los patios de los colegios. Ahí no pasan coches ni hombres malos. Los adolescentes, en casa. Maratón de Netflix y móvil. Y los enamorados, no sé. Quizá ya no se esconden.
Aún quedan escaparates iluminados pero Corona de Aragón tiene locales vacíos.
Zaragoza está de moda, me dicen todos. Sus grandes centros comerciales son nuestra margarita de antaño. No se come con los yayos, se trabaja en domingo. Barbastro conserva parte de su ternura pero luce a medio gas. Con calles oscuras cuyos comercios han dejado de ser.
Si yo fuera Scrooge, mi fantasma del futuro me guiaría por un Barbastro tenebroso. Las escasas luces de Navidad no llegan para iluminar calles oscuras de escaparates fundidos. Barbastro ha dejado de estar moda. Amazon está de moda.
Los locales comerciales son suciedad. Deshojamos la margarita y ahora está muerta.
Unos pilares con ordenador y acceso a internet sustituyen al vendedor de toda la vida. Al de casa Prepui, al de casa Chulian. Hay dispensarios de comida rápida, de higiene personal, de lo más inmediato. Nadie atiende. Tú moneda, su tabaco, gracias, su sándwich, gracias, su pasta de dientes, gracias.
Busco ese supermercado que vio su salvación en la apertura del domingo. Ya no está. Ni ese ni otro.
Ya no hay gente por las calles, ni niños que chillan tras sus pelotazos. Los jóvenes no tienen trabajo. Los niños nacen en grandes ciudades. España ha sido vaciada y llenada en otra parte. Barbastro es oscuridad.
Yo no soy Scrooge. Yo no tengo fantasmas que me guíen en nochebuena. No me hace falta. Veo cómo se apagan luces y crecen las entregas de paquetería. Veo cómo se pierden las comidas familiares y se abren los domingos. Veo como poco a poco es cada vez menos Navidad.
Barbastro Mola. No deshojemos nuestra margarita.