Pedro Solana.
Un año más y ya van cuatro, cruzamos la inexistente frontera para acercarnos a ver a nuestros amigos de Tarbes. Esta vez elegimos el Valle de Arán, no sin antes rendir visita- homenaje al Monasterio de Alaón, junto al pueblecito de Sopeira y poder allí embebernos de las raíces de nuestra historia de Aragón, bien fundamentada en aquellas órdenes religiosas que con sus monasterios en San Victorián, Obarra y Alaón, tejían un nuevo Reino compartiendo su nascencia con los primeros linajes reales de nuestra Corona, recién creada a caballo entre el Sobrarbe y la Ribagorza. Estos territorios constituían las marcas que se enfrentaban a los musulmanes bien en escaramuzas guerrilleras, bien en batallas libradas sobre terreno abierto.
Las explicaciones de este edificio restaurado fueron pródigas y evocadoras apurando más tarde nuestro tiempo en Lès para echar un bocado y un café. Teníamos a las dos una cita al lado de Montréjeau, para visitar el castillo de Valmirande. El placer de esta visita se prolongó por más de dos horas y media, con completa explicación de su historia así como visita de todos sus rincones, incluida la recepción del barón, heredero del noble Bertrand de Lassus, junto a su anciana madre. ¡Qué profusión de exquisiteces en los materiales y en las decoraciones ¡.
Mención expresa de la capilla, reflejo de devociones e ideas transmitidas a los descendientes desde que fuera consagrada por el cardenal de Toulouse en 1905.
Quiero hacer también mención a las extraordinarias fotografías tomadas en las expediciones del también pionero pirineísta Bertrand de Lassus en la cara norte del Monte Perdido en aquellos primeros años del siglo veinte y donde sorprende el Glaciar en su descenso hasta casi el nivel del lago de Marboré.
Una vez llegados a Tarbes recibimos un cordial aperitivo en la oficina de turismo que nos brindaba el privilegio de admirar los cuadros de una pintora de ancestros andaluces, Paca Cervantes, que sin duda había heredado en sus genes los colores luminosos de Andalucía vivamente transmitidos a unos lienzos de por sí expresivos y surrealistas.
Tras un corto paseo en nuestro bus camino del hotel , tuvimos el tiempo justo de ocupar las habitaciones para salir en seguida a la cita por excelencia de nuestra «rencontre». Me refiero a la entrañable cena de hermanamiento donde todo fueron saludos que daban paso a una velada de amistad, respeto y alegría en torno a la mesa, bien surtida por platos tan típicos como la garbure o el confit de canard.
Como en todos y cada uno de los actos de este encuentro, acabamos cantando los himnos de Montagnes Pyrenées o Aqueras Montanas. No os penséis que olvidamos nuestras queridas jotas que siempre escuchan con emoción nuestros amigos franceses.
El domingo, a primera hora, todos y cada uno de nuestros partenaires galos cumplieron con su «deber republicano» de votar para elegir a su Presidente, y cumplida la obligación nos guiaron hasta la Payolle, en el valle de Campan, teatro de antiguas excursiones pero que otra vez brindaba su verdísimo paisaje para completar el origen deportista y montañero de estas citas tan señaladas.
Superamos con valentía la amenaza de lluvia y aunque con frías nieblas ocultándonos el horizonte en la cima de nuestro pequeño pico, Castet Sarradis (1750m), supimos todos juntos culminar un año más la unión entre montañeros hermanos y amigos. Culmen satisfecho al llegar de nuevo al fondo del valle y sentarnos a la mesa del hotel Les deux Cols. Mezclados por completo en las mesas de un comedor apretado pero muy acogedor volvimos a comer y a cantar como si no quisiéramos que este mágico ambiente de un fin de semana intenso pudiera llegar a borrarse de nuestras memorias para siempre jamás.
De nuevo al autobús y regreso a Barbastro entre bromas y risas del mejor grupo de amigos. Saludos montañeros y hasta la próxima, en noviembre y en España.