Con el rebrote de la Covid, hemos podido comprobar como el discurso se ha centrado en los contagio, pero de forma errónea se ha focalizado en los contagios según el nivel socioeconómico de las personas afectadas.
De esta manera se rehuye el debate principal y se obvia la verdadera pregunta, que debería ser: “¿Hay relación entre nivel socioeconómico y posibilidades de padecer una enfermedad (o la Covid-19)”.
Es muy fácil responsabilizar a los temporeros del incremento de contagios cuando la realidad es que el incremento lo provoca la desigualdad económica y sus causas.
¿Existe una relación entre el nivel económico y el Covid? Sí, pero no solo con el Covid si no también con otro tipo de enfermedades.
En el caso de la Covid19, sin lugar a dudas, las malas condiciones económicas, te favorecen tener más probabilidades de ser contagiado, por las condiciones que conlleva el trabajo, los hacinamientos en pisos, etc. Hecho contrastado a nivel mundial, así avalan los múltiples rebrotes que ha habido en factorías de Asia o Alemania durante la primavera, o los que a nivel local hemos podido tener en nuestras comarcas.
Hay múltiples estudios que demuestran la importancia del código postal en relación con la calidad de vida y los determinantes de salud.
Un estudio publicado en Estados Unidos a final del año pasado concluía de esta manera: “se han centrado en la correlación entre el lugar donde vive la gente (es decir, el código postal) y su calidad y duración de vida. En varias ciudades de Estados Unidos, la esperanza de vida promedio en ciertas comunidades es de 20 a 30 años menor que la de las que se encuentran a sólo unos kilómetros de distancia. En general, las disparidades de salud se basan en una interacción de factores raciales, económicos, educativos y otros factores sociales.”
O en ese mismo sentido se expresaba otro reciente estudio hecho en Barcelona; “La covid-19 no entiende de fronteras ni de clases sociales, pero se ceba con los entornos desfavorecidos.
Estos viene a indicar que el nivel de vida, educativo, económico y social de cada barrio determina el nivel de salud (y hasta la esperanza de vida) de ese mismo barrio, con impactantes variaciones entre ellos.
De esta manera, los recortes derivados de la crisis del 2008, se convierten en importantes desigualdades sociales que tienen su traslado no solo en términos de precariedad laboral, dificultad de acceso a una vivienda, debilitamiento de los servicios públicos, mayor pobreza infantil, sino que indirectamente estos factores redundan en una peor calidad de vida y una peor salud de determinados sectores de la población.
Por tanto, es imprescindible acabar con las desigualdades sociales y económicas entre los barrios de una misma ciudad, para así mejorar de una forma global y completa la calidad de vida de todos los ciudadanos. Porque no solo hablamos de trabajo, acceso a la vivienda, proyectos de futuro, familia u ocio. Sino que todos los estudios que llevan casi una década saliendo nos muestran una clara relación entre desempleo y pobreza con una menor esperanza de vida.
En consecuencia estos estudios hablan, muy claramente, de la necesidad de realizar verdaderas políticas sociales y progresistas, para que no solo disminuyan las desigualdades sociales, se brinden mejores oportunidades laborales, si no que además los determinantes de salud mejoren, de forma indirecta, con los innegables beneficios que ello conlleva.
Así lo importante no es señalar al efecto, sino aplicar políticas que corrijan estas desigualdades sociales, no solo si queremos conseguir una menor desigualdad social, sino además una mejor salud de la población.