A las 23.30 del 7 de marzo de 2022, apenas unos días tras la invasión rusa de Ucrania del 24 de febrero, llegaban hasta el albergue de los Padres Escolapios de Peralta de la Sal una treintena de ucranianos recogidos en los campos de refugiados de Polonia por el convoy solidario emprendido por los empresarios binefarenses David Viudas y Fran Pallarol el 4 de marzo. Fueron los primeros refugiados que llegaron a Aragón y su caso desató una gran ola de solidaridad entre otros vecinos del entorno. Hubo más viajes hasta la frontera con Ucrania y en el albergue de los Padres Escolapios se llegaron a alojar 52 ucranianos. Actualmente ya no quedan ninguno de los primeros refugiados que llegaron esa noche con sus enseres en bolsas de plástico. Se han ido alojando por otros centros de la oenegé ACCEM de Aragón y España y algunos han regresado a Ucrania.
Otros llegaron semanas después como Oksana de 47 años y separada, que vino con sus hijos Illia (9años) y Margarita (7 años), o Anastasia y Hennadi, matrimonio que se trajo a sus 3 hijos: Tigran, Emilia y Nonna, de 17, 16 y 12 años respectivamente. El matrimonio pudo cruzar la frontera porque son familia numerosa. Con 3 hijos el hombre puede pasar, con 2 se queda para luchar en la guerra. Las pequeñas cursan estudios en el colegio de Azanuy y los mayores en el IES Mor de Fuentes de Monzón. Sus madres trabajan como ayudantes de cocina y camareras en el albergue de Peralta. Hennadi encontró trabajo en la empresa agroalimentaria Julián Mairal de Barbastro y su hijo Tigran juega a fútbol en los juveniles de la U.D. Barbastro, donde despunta manera de figura. Su padre sueña con que sea un gran futbolista y cuenta con orgullo lo buen jugador qué es: “Lo quieren del equipo A y del B”, explica en un mal castellano, en un receso en su puesto de trabajo en Julián Mairal.
La integración de todos ellos ha sido plena, pero no pierden de vista la idea de volver a su país en un futuro de momento incierto. “Hemos hecho muchos amigos en Peralta. Estamos muy bien y agradecidos a los Escolapios, a ACCEM y a los vecinos, pero sufrimos porque la situación es muy difícil. Queremos volver, pero ahora no podemos porque mi ciudad, Nikopol, sufre bombardeos desde junio y está cerca de una central nuclear”, cuenta Anastasia. Su marido apunta que “de los 80.000 habitantes ha pasado a 25.000. La situación está muy mal ahí. Nuestros hijos se quieren quedar”, señala Hennadi, quien agradece encarecidamente a los responsables de Mairal, a sus compañeros de trabajo, los Escolapios, sobre todo a Javier Sánchez el gerente, a Alejandro Villar y a Luis Fuster, primer teniente de alcalde de Peralta, el apoyo recibido.
Desde la empresa Julián Mairal, el responsable de la tienda y de comunicación de la empresa Jersey Vera – Rebollar cuenta como la decisión de contratarlo fue inmediata tras aparecer por la puerta pidiendo trabajo. “Soy el presidente de la Peña 96 º y en septiembre hicimos un concierto solidario a favor de los voluntarios de Ucrania, así que pensamos que sería buena idea coger a un ucraniano que venía del conflicto y ayudarle a escapar de la guerra y darle una oportunidad”, señala. Tras el periodo de adaptación laboral, desde la empresa se muestran encantados por los cuatro meses de contrato. “Es muy buen trabajador y buena genta, nos ayuda muchísimo”, afirma.
Oksana Kravchenko llegó en abril a Peralta con la oenegé ACCEM donde se siente “mejor que en Ucrania porque mis hijos tienen seguridad y están muy felices. Si ellos lo están yo también”. “Cada día hablo con mis padres que viven en zona ocupada en Jersón. Me gustaría volver, pero no puedo. Pensando en mis hijos lo mejor será vivir en España, de momento vivo en el albergue, pero me gustaría tener un piso y quedarme. Me gusta la gente de aquí”.
El primer teniente de alcalde de Peralta de la Sal ha sido un pilar importante para la integración de estos refugiados. “El pueblo se volcó desde el primer momento para ayudar a estas personas que lo habían dejado todo y llevaban su vida en una bolsa como dijo el periodista Paco Aznar. Desde el Ayuntamiento hicimos lo que pudimos. Las Escuelas Pías pusieron toda la carne en el asador, dieron el do de pecho para que todos estos refugiados estuvieran cómodos, y también ayudaron Cruz Roja y personas humanitarias de Binéfar con víveres”, cuenta, a la vez que agradecía la actuación institucional en el proceso de escolarización o en otros asuntos.
No son los únicos refugiados que viven en el centro de Los Escolapios ya que conviven con otras nacionalidades africanas, americanas y también de Palestina, otros dramas humanitarios que no tienen tanto foco mediático como el conflicto ucraniano pero que intentan afrontar cada día con ilusión y una sonrisa en una tierra de acogida.