Ese entorno natural donde se aprovecha cada momento del día, cada estación del año y que es la excusa perfecta para aprender de forma diferente.
Rodeados de almendros, arces, olivos y encinas, nuestros alumnos imaginan, recrean aventuras, observan … y sobre todo, aprenden a respetar y cuidar.
Desde los primeros cursos nuestros libros empiezan allí afuera: tocando, manipulando, experimentando. Muchas de las clases desde pequeños se conciben fuera del aula: contando las bellotas, agrupando piedras de tamaños y formas diferentes, observamos las flores del jardín , sus colores , sus texturas, identificando los árboles y observando como cambian al son de las estaciones, conociendo los insectos y bichitos que nos rodean….
Si hace bueno, sacamos las mesas y pintamos fuera. Si es tiempo de recoger olivas, las vareamos, las cogemos y …. ¡las probamos! Y, cuando llega la primavera, preparamos nuestro huerto. Cada clase con su pequeña parcela: plantamos, regamos, cuidamos y, sobre todo, aprendemos a valorar y cuidar el medio que nos rodea.
El aprendizaje empieza con la curiosidad y continúa por el respeto hacia lo que tenemos a nuestro alrededor. Las familias son conscientes de este valor añadido y comparten estos ideales del centro. Eso anima a que todos juntos creamos en este lugar de aprendizaje como imprescindible en el desarrollo global de nuestro alumnado.