Colombiano de nacimiento, pero barbastrense de adopción, así se siente Guillermo Velasco, de 51 años, tras vivir en la ciudad del Vero desde hace 22 años, a donde llegó tras un accidentado viaje a nuestro país procedente de Israel, digno de película. Velasco ha querido escribir su experiencia en el libro ‘Preludio de una fuga en Madrid’ (Círculo Rojo).
Su historia comienza cuando viajó a Israel a trabajar en un negocio de sus primos en el sector de limpieza. Después estuvo empleado en una carnicería de judíos argentinos emigrados durante la II Guerra Mundial hasta que una noche cuando se encontraba bailando en una discoteca fue detenido por la policía de inmigración. “Me esposaron, me llevaron a una comisaría y de ahí a una cárcel en Tel Aviv donde estuve 16 días hasta que pude comprar el billete de vuelo. De no haberlo conseguido ahí me hubiera quedado”, cuenta. La policía israelí lo deportó en un vuelo hacia Colombia, pero en la escala en el aeropuerto de Barajas huyó. “No quería llegar a mi país deportado y derrotado como iba. Había perdido el avión de regresó y antes de coger otro vuelo decidí fugarme a las 8.00 de la mañana. Entonces empecé a buscarme la vida”, relata. En 2006 consiguió la nacionalidad española.
Con la publicación de su historia culmina un sueño “que siempre tuve”. “España es un país que siempre quise conocer desde la niñez. Mi ilusión era conocer España y por circunstancias de la vida al final llegue”. La presentación de su obra tuvo lugar recientemente en un bar regentado por compatriotas en la plaza Diputación. El libro está circulando entre su entorno con éxito. “Hay vecinos que ya lo han adquirido y dicen que les ha gustado mucho. No solo cuento mi historia si no otras que he visto y que me parecieron meritorias”, dice. Los lectores podrán tener una percepción de Colombia en el que no faltan historias “de grupos guerrilleros, recuerdos de niñez y juventud de su pueblo El Pensil que no pasaba de 50 casas cuando lo dejé, historias que vive uno en un país de convulsión. Cómo fue la primera vez que me monté en un avión, la escala en Venezuela, los lugares emblemáticos de Israel y anécdotas graciosas y cómo me capturaron”. Pero sobre todo detrás de este libro hay una historia de superación personal con un mensaje nítido: “Quiero plasmar que una persona, por muchas dificultades que tenga en la vida siempre debe levantarse de las caídas y seguir adelante. En la vida siempre hay momentos buenos, regulares y malos. La vida es justa e injusta, pero hay que sobreponerse a las adversidades y continuar”.
Y sobre el fenómeno de la migración, tan presente en muchos discursos políticos actualmente, Velasco considera que “toda persona si no ve en su pueblo, en sus raíces un futuro claro, con el dolor del alma le toca emigrar a otros sitios, aunque no lo quiera. Nadie quiere dejar sus raíces, su familia, amigos y patria. Pero para forjarse un mejor futuro hay que salir. Lo único que hay que hacer cuando se llega a un sitio distinto es adaptarse al lugar donde va a vivir, ser responsable, honrado, buena gente y trabajar”.
Trabajó en San Román
La primera ciudad que conoció en España fue Valladolid, donde al final encontró trabajo en una granja de cerdos en Cuellar. Allí regularizó su situación legal y trabajó año y medio hasta que otros paisanos le recomendaron irse al Somontano, donde había un establecimiento que precisaba con urgencia de un camarero. Ese local era el bar – restaurante San Román, que por entonces gestionaba el mismo propietario que el famoso puticlub, sito en la parte trasera. “No sabía que había una whiskería. Yo llegué un domingo a las 22.00 y recuerdo que en la primera entrevista el jefe me dijo que con las chicas no debía de tener relaciones o si no me despediría. Yo no lo entendía. Le comenté que sabía respetar a mis compañeros de trabajo. Y luego me explicó que había un club de chicas. Al día siguiente comencé a trabajar de camarero, algo que no había hecho nunca. En San Román estuve unos meses, no llegó al año. Cambiaron la gestión del local y me fui a vivir a Barbastro”, cuenta.
En la ciudad del Vero trabajó como camarero en varios locales hasta que en 2005 cambió de oficio a la jardinería. Actualmente está de baja tras haber sufrido las consecuencias de una cirugía “que no ha ido bien. No he podido trabajar desde agosto y en ese tiempo aproveché para escribir el libro”. Ha regresado a Colombia para ver a su familia, pero se siente muy bien Barbastro. “España es mi segunda patria y Barbastro mi segundo pueblo. Tengo muchísimos más amigos aquí que en Colombia cuando salí con 26 años. Dejo que pase el tiempo y ya se verá. Trato de estar en los dos sitios compaginando estancias de meses”, señala, a la vez que insiste en agradecer “a Barbastro que me ha acogido tan maravillosamente y a muchos amigos españoles que son joyas y espero que esa amistad perduré para siempre”.