Conozco y cultivo la amistad con Manuel Vilas desde que publicó El Sauce (1982), su primer libro de poemas, pronto borrado a conciencia de su curriculum, aunque en éste, pese a su juventud, apunten ya las maneras del estupendo poeta que es hoy día y del escritor de fondo que, por supuesto, también es, tal como queda demostrado, cada vez con mayor intensidad y valía, con la prodigiosa práctica de cualquiera de los géneros literarios que se le han puesto a tiro.
Sobre todo, poesía, relato y novela, pero sin olvidar el artículo literario, el artículo periodístico, la literatura de viajes y el ensayo.
De sus virtudes poéticas, su inicial andadura en literatura, hablan muy bien El rumor de las llamas (1990), El cielo (2000), Resurrección (2005), Calor (2008), Gran Vilas (2012) o El hundimiento (2015) que hoy día a mi parecer son lecturas indispensables para quien se precie de ser un gourmet en la lírica. Y hablan bien por lo sabroso y la condensación de su contenido, por sus hechuras y por sus gustosas sugerencias, siempre avaladas por reconocimientos de enjundia (Premio Gil de Biedma 2005, Fray Luis de León 2008, Ciudad de Melilla 2012, Generación del 27, 2014…). Sin duda, obras claves de la actual poesía española.
Por fortuna para lo lectores, pese al dominio de la veta poética, Vilas consiguió ensanchar pronto la práctica del campo literario y supo adentrarse con acierto, entre otros géneros, en el relato y la novela.
Así nacieron y ahí están como muestras fehacientes (a cada entrega con mayor intensidad y calado) Z, Magia, España, Aire nuestro, Los inmortales, El luminoso regalo, Setecientos millones de rinocerontes… En todas ellas, Vilas, junto al dominio del idioma y al tañer lírico, aporta una enorme mochila cargada con infinidad de lecturas y de buen bagaje filosófico, además de una curiosidad permanente y de la necesidad de explicar (y explicarse) la vida. De ahí que a Vilas le interese cada vez más indagar en lo esencial de la vida, antes que atender a los aspectos que suelen acompañar o que son propios a la materia y tradición literarias.
En apariencia sus historias noveladas parecen atenerse a una compartimentación de género y a la tradición literaria (diferente de asentarse en ambos casos), porque de algún modo se sabe obligado a envolver y a ofrecer sus textos, pero lo suyo tiene mucho más de ruptura, de avance, de investigación… y poco, poquísimo, de seguimiento tradicional. Vilas es, siempre, escritura en continua y plena libertad. Y, por supuesto, lo esencial para él en cuanto a creatividad radica continuamente en la condición humana. Y lo que propone en todas sus obras, cada cual a lomos de un tema (familia, alegría, amor…), es la permanente indagación sobre la vida, sobre el enigma oculto de la vida en nuestra sociedad actual. También le atrae el hecho de contar (preocupaciones y no simples anécdotas narrativas) y le atrae ahondar en la materia profunda de lo que cuenta.
De ahí la atención (en constante progresión) generada con Ordesa ( 2018), Alegría ( 2019) y Los besos (2021) y, sin duda, con Nosotros (2023), todas ellas muy conectadas con el sentir vital del público lector, dada su capacidad para reflejar la actualidad y el talento para verbalizar la vida. Y de ahí también los sonoros reconocimientos que le acompañan (entre otros, Femina Etranger, en Francia, Letras Aragonesas, Planeta y Nadal en España).