Fue nuestro profesor de Literatura en cuarto, o quinto, de bachillerato. Era joven, veinteañero, y acudía a clase muy bien vestido, con chaqueta, corbata y pantalón acampanado; sus zapatos eran acordes a la moda: empeine plano, y punta cuadrada. Delgado, de estatura media, pelo castaño, ligeramente largo, usaba patillas a lo John Lennon. Tenía un educado y exquisito modo de hablar, y una elegancia natural para moverse por entre los pasillos de los pupitres; con ´l aprendíamos a «saber estar».
Se ganó nuestro afecto y no le pusimos ningún mote (como hicimos, por ejemplo, con «La Garcilaso», una zaragozana alta y desgarbada, reiterativa en mostrar su admiración por Garcilaso de la Vega) Para nosotros era «De la Serna», a secas. Era hijo de un militar de Huesca, del bando vencedor.
Muchas veces lo he recordado con añoranza, porque supo ganarse la autoridad y respeto, pese a su juventud y a tener tan sólo doce o trece años más que nosotros.
Esta mañana, en la acera del colegio de san Viator de Huesca, me he cruzado con un anciano que, sin duda, era él. Tras unos pasos de vacilación, he desandado y lo he abordado:
– Perdone, ¿es Vd. el profesor De la Serna?
– Si, ¿quién eres?
– Un alumno suyo del Instituto Técnico de Barbastro. Me dio Literatura…
– ¡Pero si han pasado tantos años! ¡Sería a principios de los setenta…! ¿Y tienes buen recuerdo de mí?
– Extraordinario. Le recuerdo mucho, siempre con entrañabilidad y admiración. En mis recuerdos del bachillerato aparece su figura con mucho respeto… Con su ejemplo, además de enseñar, nos educaba.
– ¡No te imaginas la alegría que me da oír eso de mis alumnos! Es mi mayor satisfacción. ¡Ya tengo ochenta años…!
– Recuerdo su elegancia en el vestir, siempre con chaqueta y corbata…
– ¡Ahora van de cualquier modo, muchos dan clase en camiseta…!
– Hace poco en camiseta verde, casi todos uniformados de verde… ¡Un enigma!
Los dos teníamos prisa, pero hemos sacado tiempo para más.
-Recientemente hice limpieza de libros y documentos que ya no me caben en casa, y hallé unos apuntes de su clase, con mi letra infantil, sobre la Generación del 27; con las referencias suyas sobre Antonio Machado…, Miguel Hernández…, Rafael Alberti…, Cernuda … Esos apuntes no los tiré y los guardé. ¿Sabe por qué?
– Dime.
Porque según la Memoria histórica actual esos autores estaban prohibidos y perseguidos en el franquismo y no se podían estudiar ni leer; sin embargo, se estudiaban y entraban en el temario oficial, y leíamos libros …; al descubrir aquellos apuntes pensé que eran documentos que, de algún modo, había que guardar por su testimonio histórico con la verdad.
Ha sonreído de mi ocurrencia y, tras agradecer mis palabras, nos hemos despedido con mucha emoción. Ha sido un breve reencuentro tras medio siglo sin vernos…
Fue un profesor ejemplar: Eduardo De la Serna.