Claudia Mayoral Samitier ha sido la ganadora nacional del IX Concurso “Carta a un militar español” que organiza el Ministerio de Defensa para alumnos de ESO, 1º y 2º de bachillerato y F.P. Grado Medio.
Claudia Mayoral Samitier
Claudia escribió la carta en su último curso en el colegio San Vicente de Paúl ya que ahora es alumna de 1º de Bachillerato en el IES Martínez Vargas. El texto de la autora ha sido el mejor entre 50 finalistas de 19 provincias y comunidades autónomas y tres de Colombia, Marruecos y Moscú.
Los relatos cortos se le dan bien porque fue galardonada en los Premios de Narrativa Escolar de 2021 y 2022 en la convocatoria del Ayuntamiento. El tema propuesto para el Concurso fue “Expediciones Militares como fuente de conocimiento” y la autora centró su trabajo en torno al militar altoaragonés Félix de Azara (Barbuñales, 1746-1821) que fue explorador, cartógrafo, antropólogo y naturalista.
Carta a un militar español
“En la carta de un folio explico un poco la vida del supuesto hijo de Félix de Azara desde una perspectiva sentimental para contar desde un niño pequeño la ausencia de su padre, militar. Me centro en el ambiente de una nochebuena y navidad en las que falta su padre y la promesa de que llegaría a tiempo, pero no vuelve hasta años después. La lección es que lo hace por un deber y labor que ha elegido” explica Claudia.
Los ganadores y finalistas recibirán un ordenador Mac Book y un Ipad, además se entregará un premio al colegio San Vicente de Paúl cuya directora Merche Puértolas, que fue su profesora, le informó por un audio. “Ha sido una sorpresa porque no lo esperaba, pero son momentos que se disfrutan mucho y se comparten entre el grupo procedente de San Vicente de Paúl que estamos en el Martínez Vargas” señala.
A partir de ahora, “espero que lo lea mucha gente porque he puesto mucho sentimentalismo. En la familia están súper contentos, en especial mis dos abuelas que son muy emotivas. Mi padre Nacho es un sentimental de lágrima fácil y mi madre, también”. La carta escrita bien vale unas lágrimas de sentimiento por alegría
A continuación la carta ganadora de Claudia Mayoral Samitier
«Querido papá,
Hoy no estás en casa… Me he levantado y he corrido a tu habitación, no estás en casa… La habitación ya no huele a ti, en el armario ya no están tus camisas de domingo; mamá abraza un cojín mientras duerme y yo me he levantado de la cama pensando que estarías aquí, en tu hogar. Ha llegado el frío, y si esta casa estaba fría, ahora, sin ti, lo está mucho más.
Escribo esto un 23 de diciembre, víspera de Nochebuena. Te he esperado… La Navidad todavía no se huele en casa, el árbol está en la buhardilla, entre polvo y luces navideñas enrolladas, en una caja de cartón porosa. Te he esperado… Le dije a mamá que me negaba a poner el árbol, el belén, el muérdago y los calcetines. Sabes lo cabezota que soy, pero hasta que no llegaras a casa, no quería montar el árbol, porque yo solo no llego a colocar la estrella en lo alto, pero contigo enseguida lo alcanzo, y creo que podría llegar hasta el techo, pero bueno, un árbol de navidad sin estrella, no tiene sentido alguno.
Al final, no sé cómo, mamá me ha convencido y me ha prometido que, aunque no me hayas ayudado a ponerla, me ayudarás a quitarla.
Te echo de menos.
————————————————————————————————————————————————— Hola papá,
Hoy he encontrado esa carta en un rincón de mi mesilla, hecha un gurruño y con las claras huellas de gotas de agua que han borrado letras y comas y cuesta leerla un poco más, pero da igual, porque me la sé de memoria…
No puse fecha, en esa carta tenía 6 años; hoy tengo 10 más, y siento exactamente lo mismo. Hace mucho que no cojo pluma y papel para dedicarte palabras de añoranza, pero tras leer estas líneas, después de 10 años, es necesario ponerle un punto y final.
Papá, tuve que quitar la estrella del árbol yo solo, ya que tú no estabas; así que cogí una silla y la quité. Estaba enfadado, melancólico, dolido y me sentía traicionado, pero ¿qué era eso con 6 años? Por alguna razón me acuerdo de esa noche como si fuera ayer… Corriendo a la habitación, lo primero que hice fue arrugar la carta con los ojos bañados en lágrimas y tirarla lo más lejos posible. ¡Suerte que mamá la recogió y la guardó muy bien! En ese momento, yo no entendía cómo podías estar con unos niños indígenas cuidando sus tierras en vez de estar con tu hijo…
Hace dos años volviste a casa de nuevo tras años y años en tierras paraguayas enfrentándote a graves peligros y, sin embargo, no era ira lo que sentía al verte, sino orgullo tras haber comprendido por qué he tenido que estar todos estos años añorándote. Juntos hemos pasado horas y horas leyendo tus investigaciones y me has prometido que me dedicarás tu libro en cuanto puedas acabarlo…
Hoy has vuelto a partir hacia esas tierras lejanas y desechas por la pólvora, por la falta de paz y de amor. Años atrás, habría llorado hasta que regresaras; hoy, un orgullo me recorre de arriba a abajo como un escalofrío, al saber que tu destino no es un lugar, sino un reto, algo moral, ético, algo que no cualquiera estaría dispuesto a hacer…por tu patria, por la humanidad, por la gente que sin pedírtelo necesita de tu ayuda y tus manos para salvarse de algo inhumano. Algo que haces por tu propia voluntad, porque crees que has nacido con ese deber, con el de salvar a la gente, con el de contribuir al conocimiento, a la verdad y a la exploración e investigación.
Papá, a día de hoy te has convertido en un héroe, algo a lo que querer aspirar, y a lo que temer a la vez, pues no me vería capaz de dejar mi tierra durante más de diez años y menos por los fines por los que tú marchas. Admiración hacia tu persona es lo que siento, temiendo que cada minuto que pasas allí, aquí haya sido el último.
Sé que no volverás hasta que no hayas logrado tus objetivos y todo eso sabiendo mirar hacia adelante, dejando
atrás a quienes más quieres, a los que te esperan en casa… ¡Qué bonito es lo que estás haciendo, papá! ¡Qué alegría saber que nunca estamos solos, que en momentos de adversidad siempre hay un soldado como tú dispuesto a todo por su patria, por sus compatriotas, por todos!
Nuevamente miles de lágrimas salen de mis ojos, pero el papel esta vez no se va a mojar; esta vez lo vas a recibir para que tú y tus compañeros sepáis de nuestra satisfacción y agradecimiento por vuestra labor, aunque nos separen miles de kilómetros.
¡Hasta alguna Navidad con tu estrella puesta en lo alto del árbol, papá!
Tu adorado hijo,
Félix de Azara Jr.»