Llegados a la base de las Agujas de Lavasar y calzados con las cuchillas antiderrapantes seguimos progresando en nuestro ascenso a Cotiella.
Casi todos pensamos en cómo estaría la media ladera de la pala del puerto. Los amigos que nos habían precedido el día anterior dijeron que habían dejado huella hecha.
Por fin, y gracias a dicha huella, y al buen hacer de nuestro compañero Ricardo Arnáiz, alcanzamos el Collado de la Pala del Puerto con buena nieve y no sin cierto resquemor, pues sentimos la amenaza que supone la existencia de coladas de nieve por todas partes.
Desde este collado se adivina el frescor de la sombra que todavía invade el flanco oeste de Cotiella.