Los olivos centenarios y la tranquilidad son patrimonio natural de Cregenzán desde los tiempos del obispo Fray Felipe de Urriés (1573-1585) que eligió la localidad para disfrutar de largas estancias de descanso en la abadía que se construyó en piedra, ladrillo y tapial, muy cerca de la iglesia (1574) bajo la dirección de Joan de Cerain, maestro de iglesias en Guipuzcoa. Felipe de Urriés y obispos siguientes desde Miguel de Cercito (1586-1595) y Carlos Muñoz (1596-1604) apostaron por vivir tranquilos en Cregenzán muy cerca de Barbastro.
El tiempo y la historia dieron la razón a los prelados porque la abadía, propiedad del Obispado, es muestra de aquella época que aún se refleja en ventanas enrejadas y muros donde se conserva la talla en piedra de la Virgen del Pueyo. Además, hay constancia de que residieron miembros de los linajes infanzones de las familias Arazom Bergua, Cancer, Maza, Mur y Valle, según publicó Santiago Broto (fallecido)
En la distancia del tiempo, la calma sigue, acentuada si se habla con alguno de los vecinos, “aquí se vive con tranquilidad, incluso excesiva. Los domingos vamos pocos a la misa pero la Iglesia sigue abierta y rehabilitada desde la etapa del párroco Joaquín Ferrer que estuvo 40 años de servicio”. Limpieza en calles, fachadas rehabilitadas, puertas cerradas, fajos de leña apilados, cartelera de anuncios que son casi imposibles en ciudades. Propios de la. convivencia de vecinos que viven cerca de olivos con más de 500 años. Se explica que hubiera una fábrica de aceite con almazara propia de la quedan piedras del molino junto a la chimenea de ladrillo, referencia de lo que hubo.
En el núcleo destaca la fachada de Casa Paúl, edificio ligado a San Vicente de Paúl, fundador de las vicencianas de Barbastro que heredaron este patrimonio, conservado y cerrado. Está entre las señas de identidad de Cregenzán cuyos vecinos recuperaron el tañido de la campana dedicada a San Facundo, tras quince años “en silencio”. El respaldo a la iniciativa del párroco hizo posible la restauración del yugo y de la campaña pequeña de la iglesia (siglo XVI) dedicada a San Martín Obispo, rehabilitada en septiembre de 2011 con proyecto redactado por la arquitecta barbastrense Ana Torres.
La restauración y el reloj automático fueron posibles por el mismo sistema. La pista polideportiva junto a las antiguas escuelas del Plan Nacional de Construcciones Escolares del año 1960 es reflejo de vidas jóvenes en el pueblo del que se tienen referencias desde 1095 cuando era Crescenzan. En el siglo XIV pertenecía a la Orden de San Juan de Jerusalén y en 1339 el rey Martín I le concedió salvaguardia bajo protección de la Corona.