“Con este extraordinario relato, henchido de humanidad, asombroso por las dotes de observación que revela, profundamente español y absolutamente universal al mismo tiempo, iniciamos la publicación bajo nuestro sello editorial de las obras galardonadas con el Premio Novela Corta Ciudad de Barbastro”. Al modesto precio de 40 pesetas, abría la Editorial Bruguera así la presentación de una nueva línea con “la pequeña obra maestra que Ángel Lera de la Isla nos ofrece y sobre el que el lector coincidirá en el acierto del jurado”.
La trayectoria de este hilo argumental que han escrito nuestros premios literarios ratifica la convicción de Gilbert Keith Chesterton: “Una buena novela nos dice la verdad sobre su protagonista; una mala novela nos dice la verdad sobre su autor”. Aunque, alegres como estamos y leyendo el precio que expuso Bruguera, quizás podamos dar carta de naturaleza al humor de Fred Allen: “Nunca he podido entender por qué una persona se pasa dos años escribiendo una novela cuando puede comprar una por 10 dólares”.
Una de las grandezas de la literatura es que perfila una historia cuyo desenlace nunca está acabado. Y, sin embargo, el inicio es certero. Y sus pioneros. Y es cuestión de justicia, que no de generosidad, no reivindicarlos sino reconocerles.Los premios literarios de Barbastro se reconocen en el espejo de su génesis.
Y ahí, en el túnel del tiempo, emerge el espejo del añorado José Ollé. Cada día me acompaña su recuerdo y la admiración.
José Ollé Carreras nació en Tarragona y renació en Barbastro. Tanto, que cuando Dios le llamó para formar parte de su séquito él quiso dejar sus cenizas en el Vero. El idilio con esta ciudad se eternizó por propia voluntad.
Hay personas que, cuando hallan su destino, se dejan mecer simplemente. Estar.
Ollé Carreras quiso ser. Ser y hacer Barbastro
Fundó la Asociación pro-Semana Cultural Barbastrense. Alcanzó más socios que la Unión Deportiva. Vencer a la pulsión futbolera sí que es de galácticos. En vez de bienales, las Semanas Culturales eran bimensuales. Cada quince días, Ollé, Martí y Escartín liaban una emoción creativa. Y El Cruzado de Benjamín Plaza se aliaba en la divulgación. Ollé, que cuidó de la salud de las buenas gentes del Somontano, inició también su obra más prodigiosa: unos hijos excepcionales, a su imagen y semejanza, diversos y unidos.
Un personaje con esta pulsión participativa había de acabar, imprescindiblemente, en el servicio a los ciudadanos. Como concejal de Cultura, culminó uno de los mejores cócteles de su vida. De nuestras vidas: los Premios Literarios de Novela Corta “Ciudad de Barbastro” y Poesía “Hermanos Argensola”.
Tal fue su virtud, tal el aura de excelencia que le rodeó, que entre sus ganadores encontramos a candidatos al Nobel como el querido Javier Tomeo con El Unicornio, hace ahora poco más de medio siglo.
Era el doctor Ollé un renacentista, un mecenas moderno que no renunciaba a ninguna de las artes. El concierto de la Orquesta Nacional de España, en la Catedral de Barbastro fue el prodigioso resultado de su relación con José Antonio Escudero. Ambos “convencieron” al máximo responsable del Ministerio de Cultura para esta actuación, inédita y única en la historia local y Rafael Frühbeck de Burgos dirigió el conjunto sinfónico en una Catedral que, más que nunca, sonó a música celestial.
José Ollé era lo que hoy se llama “cazatalentos”
Soñaba alto y de allí arriba, donde las mentes audaces pescan en el río de la creación, bajaba a Barbastro figuras como Miguel Delibes, Antonio Gala o Joaquín Calvo Sotelo. La ciudad adquirió nombradía y, con esta atmósfera en el relato cultural, no era difícil imaginar las sonrisas de doña Petronila, de Germana de Foix o de Ramón Berenguer. ¡Buena cosecha permanente la de estos ciudadanos curiosos, voto a bríos!
Siendo grande la dimensión cultural, no sería justo obviar algunas otras realizaciones del doctor. Por sus obras lo conoceréis. Dirigió la construcción de la fuente luminosa de la Plaza Aragón diseñada por Buigas tras financiación popular. A escote, lo que ahora los modernos llamarían “crowdfunding”. Fue también directivo de la Unión Deportiva Barbastro, tras la estela de su suegro, Manuel Sesé.
Su despacho en General Ricardos era algo así como una Torre de Babel pero en funcional. Allí se cuidaba de la salud, se fichaban futbolistas y se practicaba una de las artes más virtuosas de los barbastrenses: las tertulias entre amigos. Incluso, hablaba de toros uno de los médicos del coso taurino.
Sus pinitos literarios mezclaron historia y medicina, con el libro Puigvert, urólogo universal, con el que rindió tributo a su maestro, uno de los especialistas más prestigiosos del mundo.
Don José Ollé Carreras nos legó el testimonio y la obra de su vida
Es orfebrería pura, fina, delicada, auténtica. Un gran hombre. Un extraordinario protector de la cultura. Un portentoso doctor. Un conversador invencible. Un organizador pulcro, detallista. Un espejo en el que nos miramos. De esos espejos que atraen la luz para irradiarla. De esos espejos en los que, a través de la remembranza de su amable rostro, nos sentimos orgullosos en nuestra doble condición: porque somos de Barbastro, miramos lejos en un cosmopolitismo humanista. Y esa lección, presente cada día de nuestras vidas, nos permite ser mejores. A imagen y semejanza del doctor José Ollé Carreras. Un abrazo al cielo, José. Aquí practicamos tus enseñanzas. Gracias eternas.