Europa (en griego antiguo, Εὐρώπη, Eurṓpē, de euros -εὖρος-, ‘ancho’, ‘amplio’ y ops -ὤψ-, ‘ojo’, ‘rostro’, «La de amplios ojos, la de amplio rostro», ya que ancho, amplio era un epíteto muy frecuente para designar a la Tierra), en la mitología griega, era una princesa fenicia de origen argivo, que fue secuestrada por Zeus.
Ligón a más no poder y prendado de Europa, el gran dios se transformó en un precioso toro blanco y se mezcló con las reses que tenía el padre de la muchacha. Mientras Europa y su séquito de damas de compañía recogían flores cerca de la playa, vio al toro y acarició sus costados y, al notar que era manso, se montó en él. Zeus aprovechó esa oportunidad: corrió hacia el mar y nadó, con Europa en el lomo, hasta la isla de Creta, donde la poseyó y le reveló su auténtica identidad, y de esta forma Europa se convirtió en la primera reina de la isla. Como puede verse, es un caso de secuestro y violación, de los que hay abundantes ejemplos en la mitología clásica.
No obstante, este relato fue racionalizado por el historiador griego Heródoto, quien indica que fue secuestrada por marinos cretenses, quienes la llevaron a su patria. Las referencias más antiguas de este mito son un texto de la Ilíada y un fragmento del Catálogo de las Mujeres del poeta Hesíodo.
Zeus le dio a Europa un collar hecho por el dios Hefesto y otros tres regalos: Talos (un autómata de bronce), Lélape (un perro que nunca soltaba a su presa) y una jabalina que nunca erraba el tiro. Más tarde Zeus recreó la forma del toro blanco en las estrellas que actualmente se conocen como la constelación Tauro. Algunas leyendas cuentan de ese toro que es el mismo con el que se topó el héroe Heracles y que es el que engendró al monstruoso Minotauro, tras unirse con Pasifae, la reina de Creta y esposa de Minos.
Curiosamente, en todas las representaciones, ya sea montando el toro a horcajadas, como en las pinturas de vasijas arcaicas o en el destrozado fragmento de metopa de Sición, o graciosamente sentada de lado en un mosaico del norte de África, Europa no muestra el menor miedo. Con frecuencia se apacigua a sí misma tocando uno de los cuernos del toro, condescendiente, como vemos en la imagen.