Luis Javier Pac Ferraz es, probablemente, uno de los barbastrense más lejanos desde su residencia en Brasil a 8.707 km. La referencia se vincula a sus padres que fueron maestros en las “escuelas nacionales” y en el caso de Francisco Pac, concejal por UCD en la primera Corporación Municipal democrática (1979-1983). En la historia del Premio de Novela Corta “Ciudad de Barbastro” pagó al ganador Javier Tomeo, autor de “El Unicornio” (Bruguera, 1971).
La afición al futbol por la que se fue a Brasil con 25 años se la llevó desde Barbastro donde estudió en el colegio de los Escolapios en cuyo equipo jugó de portero en los tiempos del hermano Samaniego que con Gregorio Sallán eran los responsables de la plantilla. Pac cada vez que pasa por El Temple recuerda que allí jugó uno de los mejores partidos de su vida.
Además, jugó al baloncesto en la Sociedad Mercantil Artesana y en el cuartel General Ricardos hizo la mili “en la escuadra de gastadores”.
Recuerda el ambiente familiar en casa donde su hermana Maruja fue Reina de las Fiestas y Pili Carmen, Dama de las Fiestas. Está entre los barbastrenses viajeros por el mundo por su trabajo profesional del que ya se retiró en Brasil. “Me adapto a todo y la único que no me he acostumbrado, nunca, es a comer en La India, porque en China sin problemas. He
recorrido muchos países por trabajo, Noruega el más lejano” La vida de Pac se vincula, también, a la localidad de El Tormillo donde sus padres fueron maestros en la escuela rural antes de trasladarse a Barbastro.
La mujer brasileña y sus hijos conocen el pueblo y este lunes en la visita casual al Centro asociado de la UNED se encontró con Sergio Gambau, alcalde del municipio, ahora ya se conocen en persona. Ambos aprovecharon para recordar citas, nombres y referencias del lugar, aprovecharon para sentarse en pupitre de la exposición, similar al que había en la escuela de el Tormillo donde pasó cerca de diez años.
Además, se reencontró con amigos locales, entre ellos Paco Lacau, en funciones de anfitrión. El reencuentro a cerca de 9.000 km. desde Brasil bien mereció un brindis con vino Somontano. Así fue.