Tardé en poder verte papá, la discusiones con mamá hicieron que yo me pusiera del lado de quien consideraba más débil, del lado de quien yo veía como la víctima. Qué gran error ponerme en temas de mayores creyendo que yo era capaz de salvarte mamá, capaz de sanar cada una de tus heridas, de protegerte emocionalmente.
¡Cuánta carga asumimos inconscientemente de niños por amor!
Dejé de verte, papá, cuando sin darme cuenta te di la espalda para mirar y llenar cada uno de los vacíos de mamá. Al no verte, no pude reconocerte ni apreciar cada una de tus maravillosas virtudes, tu entrega, ayuda y generosidad.
Dejé de verte y no pude integrar el masculino en mi, me faltaba la fuerza para ir al mundo y conquistar mis propias metas. Me costaba gran esfuerzo marcar límites y la autoridad.
Dejé de verte hasta que por fin ví que no te veía.
Comprendí que al no verte ni reconocerte, estaba rechazando un cincuenta por ciento de mi. Entendí que tampoco podía ver ni reconocer al hombre, pareja y padre de mis hijos y no podía darle su lugar.
Mientras tenemos a nuestra niña mirando exclusivamente a mamá, nos privamos de poder vivir una relación adulta y plena con nuestra pareja. En el momento en el que tomamos a papá (el primer hombre de nuestra vida) podemos tomar, reconocer y valorar al hombre, pareja y padre de nuestros hijos, al hombre con el ya de adultas, decidimos compartir nuestra vida.