A una de las cosas que invita la orografía de esta isla es a disfrutar de carreteras diferentes en un mismo día, pudiendo subir puertos y llanear por el plano de Mallorca durante Kilómetros en la misma ruta. Los ciclistas, debido al clima y a las buenas condiciones de su red de carreteras, aprovechan la variedad de terrenos para practicar este deporte. Los fines de semana se pueden apreciar varios pelotones que se recrean observando algunas de las joyas que esconden los acantilados y costas.
Caminando también se pueden explorar los lugares más inaccesibles, algunos de los cuales son atalayas costeras que se construyeron en el siglo XVI para defenderse de los piratas turcos. La historia de Andratx está plagada de leyendas protagonizadas por piratas moros. El busto de uno de ellos, conocido como Barbarroja, se puede ver en el exterior de un palacio.
Es una maravilla poder contemplar su puerto que, aun en un día lluvioso tiene hermosas vistas. Uno de los puertos mallorquines que llaman realmente la atención es el de Cala d’Or. Su nombre ya suena prometedor y, según la información obtenida, es uno de los puertos deportivos más grandes y exclusivos de la isla con yates de lujo. También uno de los más seguros, ya que hay un servicio de seguridad que se encarga de la vigilancia durante la noche. Debido a que era ya algo tarde, esta vez no lo disfruté de la misma manera como lo hice en un viaje anterior. Un gran puerto de la sierra de la Tramuntana es el de Sóller, donde se aprecia el contraste entre la línea del mar y las majestuosas montañas. A unos Km de la ciudad de Manacor, en la costa Este de Mallorca, se encuentra Porto Cristo, un precioso puerto natural.
Respecto a las calas, me parecieron admirables. Descubrí una de ellas al ir a visitar cala Ratjada. Su nombre es cala Gat. Es pequeña y atractiva. Supongo que en verano se debe de llenar enseguida, pero vale la pena disfrutar de ese entorno y observar sus aguas limpias y cristalinas. También la cala Conills en Sant Elm, a pocos Km de Andratx, es un paraje natural idílico. Otro itinerario interesante es seguir una carretera panorámica de gran desnivel y llena de curvas para acceder a la cala de Sa Calobra, donde hay dos playas impresionantes: ésta, y, tras traspasar dos túneles, se llega a una playa de gravas que parece sacada de la imaginación de Julio Verne. Es la de Torrent de Pareis, una ventana al azul del Mediterráneo.
A pocos Kilómetros del Puerto de Pollença hay otra maravilla natural. Se trata de la playa de Formentor, una playa de aguas tranquilas, con personalidad y de gran belleza paisajística, con un gran bosque de pinos en las inmediaciones. Si se continúa el camino hacia el cabo más al Norte de la isla, hay excepcionales miradores al Mediterráneo que invitan a disfrutar de caminatas y, supongo que, de alguna que otra puesta de sol.
En lo alto, a unos 200 m se puede encontrar un emblemático faro originario del siglo XIX.
En el apartado de pueblos con encanto, no puedo dejar de nombrar a uno de mis preferidos, Valldemossa, con bonitas casas de piedra capaces de transportar al viajero al pasado. Es un auténtico placer pasear por sus calles y visitar la Cartuja, antiguo palacio real que compone el edificio más emblemático de la zona y que es especialmente conocida por convertirse en uno de los lugares de inspiración para Frederic Chopin. Más al Norte, Deià, un municipio repleto de belleza y donde se respira tranquilidad. También Sóller y Fornalutx merecen una visita. El primero impresiona por algunos de sus edificios más singulares: la animada plaza, la singular iglesia que en ella se encuentra y el impactante edificio del Banco de Sóller, ahora banco Santander. El segundo pueblo, situado en el corazón de la sierra de Tramuntana, está considerado como uno de los más bonitos de España, como así pude constatar durante el paseo por sus estrechas y empinadas callejuelas de adoquines. Me llamó especialmente la atención la cantidad de naranjos y limoneros que se encuentran por este valle. Otros pueblos que visité fueron: Alcudia, con murallas que rodean el casco viejo, una zona bien conservada, y con edificios con siglos de antigüedad. Inca y Artà fueron lugares de parada, de los respectivos viajes a cabo Formentor, el primero, y a Cala Ratjada, el segundo.
Mi paso por esta isla no estaría completo si no hubiera visitado alguna de sus mundialmente famosas cuevas. Aunque ya conocía la del Drach, no dejó de sorprenderme el considerado uno de los mayores lagos subterráneos del mundo, en el que diariamente se ofrecen conciertos de música clásica en vivo. La duración de la visita es de aproximadamente una hora e incluye un paseo en barca.
Lamentablemente, las puestas de sol no fueron una constante a lo largo del viaje. Me conformaré con nombrar las que vi que no fueron especialmente espectaculares: una durante una travesía por la bahía de Palma, y otra en el mirador de sa Foradada, saliendo de Deià.
Aunque explico a nivel personal la experiencia vivida, no puedo acabar la crónica sin comentar que si este viaje ha sido un éxito es, en parte, por mi marido que ha hecho de guía, y por una programación rigurosa de las escapadas que hicimos por nuestra cuenta. Otra de las cosas realmente interesantes ha sido viajar con unos amigos con los que nos hemos compenetrado a la perfección y con los que ha habido una gran simbiosis. De ahí el éxito de esta aventura en una isla de la que Jorge Luis Borges dice: “Mallorca es un lugar parecido a la felicidad, apto para en él ser dichoso”.
Primera parte: Mallorca, una isla con un encanto especial