Sí, ya sé que los lectores y lectoras de esta bonita revista no me conocen. Sí, ya sé que ahora estamos todos muy pendientes del coronavirus, sus consecuencias, contagios, crisis económica. Pero dentro de todo ese huracán que supone la pandemia provocada por el coronavirus, hay cuestiones que están saliendo a la luz y a las que antes, al parecer, no habíamos prestado mucha atención.
Me refiero a las diferencias entre hombres y mujeres, más concretamente, las diferencias en el mundo del fútbol.
Ahora, ustedes pueden decir esa expresión tan manida de: “El fútbol de mujeres no es fútbol” o esa otra de: “Si yo (hombre) juego contra una chica, la machaco”; pero hay una que me gusta mucho más: “El fútbol femenino tiene el nivel de la tercera división masculina”.
Estas frases son solo un ejemplo de lo que opinan muchos, y alguna mujer, sobre el fútbol jugado por mujeres. Y, precisamente, son estos estereotipos los que están haciendo que las futbolistas de nuestro país se hayan visto discriminadas en esta pandemia; mientras sus compañeros hombres podían volver a la competición, ellas han visto cómo en marzo su vida deportiva se paraba.
Solo ha habido un pequeño atisbo de normalidad con la celebración de la Champions femenina (Women´s Champion League) en San Sebastián y Bilbao donde jugaron dos equipos españoles, Atlético de Madrid y F.C. Barcelona. Ahora, seguro que alguno de ustedes piensa que ellos generan más ingresos que ellas; sí, tienen razón, pero a ellas no se les da la oportunidad de llegar a generar esos ingresos, sobre todo, si pensamos que no se las considera profesionales.
Esta situación es un reflejo de la sociedad en la que vivimos donde la igualdad, en muchos aspectos, está muy lejos de alcanzarse y esta pandemia, me temo, va a agravar estas diferencias.
En fin, concluyo esperanzada en que, en un futuro no muy lejano, la igualdad social económica y deportiva sea una realidad. Entre otras cuestiones porque mi hija, de nueve años, quiere ser futbolista profesional y yo la voy a acompañar en este sueño.