Los vecinos de Azlor han acogido con los brazos abiertos desde el 25 de marzo a una familia de nuevos pobladores argentinos formada por el matrimonio Juan Grafiña y Virginia Chioma y su hija Emma de 5 años. Su llegada ha permitido no sólo aumentar el censo a 155 habitantes, sino que también dar un servicio de bar todo el año, así como llevar el mantenimiento de las piscinas.
Los orígenes italianos de Virginia llevaron a esta familia hasta Italia para conseguir la doble nacionalidad para ella y su hija, y un futuro mejor en Europa. Se establecieron en un pequeño pueblo de 600 habitantes, pero la experiencia no cuajó. Virginia es sorda de nacimiento, se comunica con la lectura de labios y el idioma resultó un hándicap para trabajar. Juan, hostelero de profesión, trabajaba en el campo. “Las posibilidades laborales eran pocas y nos daba igual movernos a 100 km que a 2.000 kms, pero teníamos claro que queríamos vivir en un pueblo para criar a nuestra hija”, cuenta Juan.
Así las cosas, iniciaron una búsqueda de su lugar ideal en los programas de repoblamiento que les llevó a consultar varios destinos de España. Tras consultar en 45 ayuntamientos y entidades de Valencia, Cataluña, Palencia y Aragón, al final optaron por Azlor. “Los dos somos corredores de montaña y vivir aquí es hermoso”, cuenta Juan.
La red Pueblos Vivos, a la que pertenece el CEDER Somontano, fue crucial para quedarse en Azlor. Desde el CEDER facilitaron al Ayuntamiento el contacto de cinco familias interesadas en instalarse en esta localidad, que ofrecía vivienda asequible y trabajo al frente del bar de las piscinas -remodelado el pasado año- por un alquiler simbólico. “Para Azlor, que siempre ha sido pueblo de bar, el tener la puerta abierta supone el mejor lugar para juntarte”, explica la alcaldesa Montserrat Galindo.
El Ayuntamiento cambió la ubicación de la plaza de la Iglesia a las piscinas “dónde sólo se abría en verano, para que estuviera abierto todo el año. El cambio ha sido un verdadero acierto, está mejor situado, hay más espacio, más visible y sobre todo con sitio para aparcar en la calle”, cuenta la alcaldesa.
Ella fue la que inició el contacto con las familias interesadas en esta oferta. Virginia y Juan fueron los terceros de la lista. “Realicé videollamadas con ellos, nos escribimos por whatsapps durante tres semanas y al final se decidieron. Les insistí en que tenían que abrir en Semana Santa para aprovechar que había gente. Lo hicieron y tuvieron el bar lleno toda la semana”, afirma, contenta con la decisión: “Es una pareja muy atenta con una niña preciosa. Están muy contentos y el pueblo también”.
Los nuevos pobladores se muestran encantados por la recepción a lo largo de estos tres meses: “La gente del pueblo tenía muchas ganas de que el bar estuviera abierto de nuevo tras el verano pasado. La obra ha dejado un espacio muy amplio, con calefacción, aire acondicionado. Es un lugar muy cómodo y es un punto de encuentro para niños, adolescentes, los señores que vienen a jugar a las cartas o las señoras que juegan al parchís. Afortunadamente todos consumen. Hacemos cumpleaños, pizzas, hamburguesas, comidas y cenas por encargo, raciones de patas bravas, croquetas, bocadillos, …”.
Y también dan almuerzos, una circunstancia que les llamó la atención. “En Argentina el almuerzo es las 13.30 y aquí nos dijeron que venían a las 9.30 y 10.00 y luego comida. Hemos tenido que aprender costumbres, horarios, gustos como los huevos rotos. Afortunadamente hemos estado a la altura, siempre tratando de mejorar”, cuentan. Hasta ofrecen menús y bebidas sin gluten.
La integración ha sido plena también con su hija que acude al colegio y comedor escolar de Azara. “Nos gusta mucho la escuela, es lo que buscábamos no la típica escuela estructura de ciudad haciendo las mismas actividades. Aquí, al haber niños de otras edades están más integrados y hacen actividades más didácticas”, señalan.