Había mucha expectativa por escuchar, en el Somontano, a Yayo Herrero. No en vano, la ex coordinadora confederal de Ecologistas en Acción a nivel estatal representa uno de los iconos analíticos que más interés despierta tanto entre los grupos ideológicos afines como en cualquier persona que no haya escuchado nada antes sobre el ecofeminismo, cruce vital entre el movimiento ecologista y el movimiento de lucha de las mujeres.
A pesar de los otros actos convocados a la misma hora y en distintos puntos de la ciudad del Vero, más de 80 personas llegaron el pasado viernes, 13 de mayo, al salón de actos de la UNED de Barbastro para presenciar la continuación del ciclo de conferencias Terapia Colectiva, organizado por el Centro de Estudios del Somontano de Barbastro y que recibía, en esta ocasión, a su tercera ponente.
La activista madrileña (además de antropóloga, ingeniera técnica agrícola, educadora social) partió su disertación en el propio significado de ecofeminismo, que define como corriente de pensamiento y un movimiento social que explora los encuentros y posibles sinergias entre ecologismo y feminismo. A partir de este diálogo, pretende compartir y potenciar la riqueza conceptual y política de ambos movimientos, de modo que el análisis de los problemas que cada uno de los movimientos afronta por separado gana en profundidad, complejidad y claridad (Puleo, 2011). Es una filosofía y una práctica que defiende que el modelo económico y cultural occidental se ha desarrollado de espaldas a las bases materiales y relacionales que sostienen la vida y que “se constituyó, se ha constituido y se mantiene por medio de la colonización de las mujeres, de los pueblos “extranjeros” y de sus tierras, y de la naturaleza” (Shiva y Mies, 1997:128).
Herrero considera que la vida humana no es una certeza, sino una posibilidad. Y son, precisamente, esas relaciones que establecemos con otras personas -históricamente, mujeres- y con la naturaleza para obtener las necesidades humanas las que hacen posible la vida. La interdependencia. ¿Dónde están los síntomas de la guerra contra la vida? En el plano ecológico: profunda crisis de energía y materiales. Desde 2006, se empieza a hablar del ‘peak oil’. Las energías renovables pueden satisfacer las necesidades humanas aunque, desde luego, no al ritmo de consumo actual, ese modo de consumir que hemos incorporado casi como si de derechos humanos se tratara. De
ninguna manera. “Me parece criminal que con el problema energético que tenemos, no sea objeto de debate político y social y no forme parte de las preocupaciones de una ciudadanía organizada”.
“Estamos también ante una crisis de cuidados: tenemos serias dificultades para atender esas necesidades que son ineludibles. ¿Cómo hemos resuelto esta tensión? Han aparecido abuelas esclavas. Muchas mujeres van a trabajar fuera de casa porque otras de su familia se encargan de eso. Otras se pueden permitir pagar por hacer esos trabajos de cuidados: casi siempre son otras mujeres, primero migrantes del interior del estado pero también procedentes de migración intercontinental. Curiosamente, la procedencia de las personas que hoy cuidan de nuestrxs mayores son similares que aquellos recursos (materias primas) que engrosan el metabolismo energético. El vínculo con los países empobrecidos, por tanto, no es sólo de ecodependecia sino también de interdependencia. Así se construye un modelo de economía caníbal porque sólo puede engordar depredando, saqueando y utilizando recursos, personas y trabajo de otros territorios. Por eso es inviable”.
La última parada de este proyecto piloto denominado Terapia Colectiva será en una doble sesión, el próximo día 10 de junio con la charla de Patricia Almarcegui sobre la poesía en Irán y el taller posterior (día 11 de junio), que dictará la misma Almarcegui, en el recinto barbastrense de San Julián, donde tratará de responder al interrogante de por qué ser poeta en tiempos de penuria.