Ahora que la mayor parte de nuestra vida se plasma en formato digital a partir de imágenes, ubicación, comentarios o actualizaciones de estado, empiezan a desarrollarse conflictos acordes con este formato. No hablo solamente de que nuestro ordenador también enferme con lo que tanta polémica crea, los virus, sino de las intenciones de algunas personas a la hora de entrar en tu vida digital y hacerse con tus datos.
El aumento de los conocimientos técnicos, así como la disminución de la intimidad como derecho personalísimo, ha sido un hecho que viene desarrollándose conjuntamente con la mejora de las nuevas tecnologías desde hace ya algunos años. El desarrollo del ciberespacio y la mejora de nuevas relaciones han propiciado el surgimiento de algunas actividades ilegales como “hackeo” black hat, ciberespionaje y ciberterrorismo.
Todos hemos oído hablar de la precaución que debemos tener en cuenta a la hora de abrirnos una cuenta en Facebook o de las fotos que subimos a nuestro Instagram, pero a la hora de la verdad, el ansia de publicar vence a esta preocupación. El problema es bastante más serio de lo que parece, pues aunque nos parezca que nuestra vida no le interesa a nadie, es información muy valiosa que se vende muy bien en estos mercados y sirve de herramienta a la hora de cometer actos ilícitos.
Quizá una de las causas por las que ponemos en peligro nuestra información personal, sin importarnos para lo que puedan ser utilizadas una vez se cuelguen en la red, es la poca información que tenemos sobre estos posibles “efectos secundarios”, es decir, la poca concienciación del pueblo con este tema. La mayoría de nosotros no sabe lo que se esconde detrás de empresas estadounidenses como Facebook, Yahoo, Microsoft o Google, sin embargo todos tenemos una cuenta abierta. No somos conscientes de que todo lo que publicamos puede pasar del mundo virtual al real, materializándose y pudiendo incluso ser empleado para cometer actos terroristas.
Conocer el software PRISM, el uso que se le da y las intenciones con las que se utiliza, saber que nuestro recorrido por Internet diario es registrado con todos los datos y movimientos, ser conscientes de que vivimos como en la casa de Gran Hermano, siempre observados, son algunas de las cosas que deberíamos tener presente. A partir del descubrimiento del modus operandi de los servicios de inteligencia de EEUU para extraer información de los ciudadanos, cada vez se mueven más conciencias pero aun así deberíamos informarnos sobre posibles medidas de precaución para evitar sucesos como el que destapó Edward Snowden.
Esto no quiere decir que debamos cerrar todas nuestras cuentas y tirar nuestros ordenadores o smartphones para protegernos, sino que deberíamos tener en cuenta algunas cuestiones para disminuir las posibilidades de ser ciberespiado. Algunos de los puntos recomendados podrían ser el desarrollo de la ciberinteligencia a partir de la cual podamos anticipar incidentes, la colaboración de las entidades público-privadas, que surjan nuevos negocios y dispositivos legítimos, que se desarrolle una defensa o ciberfuerza de estos actos, ciberestrategias nacionales e internacionales o seguir el ejemplo de los ciberpioneros como Estonia, ya que tiene una Liga de Ciberdefensa. Otra medida podría ser la formación en cibercapacidades con el objetivo de incrementar la concienciación ante las vulnerabilidades o la ciberresilencia a partir de la cual se desarrollen políticas de seguridad y un plan de respuesta ante incidencias.