Aparte de las causas naturales mencionadas en el artículo anterior: la radiación solar, el cambio orbital de la Tierra o los impactos de meteoritos, hay otras tres posibles causas, también naturales, que se originarían en la Tierra mismo.
En primer lugar, se puede mencionar la deriva continental. Es un hecho conocido que los continentes se mueven. Pero es un proceso tan sumamente lento, que la posición de los continentes fija el comportamiento del clima durante millones de años. No es causa de variación del clima en tiempos históricos.
En segundo lugar se podrían mencionar las corrientes oceánicas, o marinas. Es conocido que son factores reguladores del clima que actúan, por ejemplo, suavizando las temperaturas de regiones como Europa y las costas occidentales de Canadá y Alaska. Las corrientes influyen en el clima, ya que, según la temperatura del agua, pueden llevar calor y humedad a algunas regiones o inhibir la evaporación y las lluvias en otras. Estas corrientes tienen multitud de causas, principalmente, el movimiento de la tierra (que actúa de manera distinta y hasta opuesta en el fondo del océano y en la superficie), así como el movimiento de traslación de la Tierra, la configuración de las costas y la ubicación relativa de los continentes.
Una de las principales corrientes es la corriente del Golfo que desplaza una gran masa de agua cálida procedente del golfo de México y que se dirige al Atlántico Norte.
Es una corriente superficial (por la temperatura cálida de sus aguas); tiene una anchura de más de 1.000 km en gran parte de su larga trayectoria, lo que da una idea aproximada de la enorme cantidad de energía que transporta y de las consecuencias tan beneficiosas de la misma. Se desplaza a unos 6,5 km/h aproximadamente y su caudal es enorme: unos 80 millones de m³/s. La circulación de esta corriente asegura a Europa un clima más cálido que el que le correspondería por la latitud en que se encuentra. Hay otras corrientes oceánicas (corriente del Labrador; corriente de Humboldt; corriente ecuatorial etc.) aunque tienen menor importancia que la corriente del Golfo en cuanto a influencia climática se refiere.
A título anecdótico se puede mencionar la corriente del Niño o El Niño, ya que se trata de una corriente con efectos cíclicos que provoca periódicamente variaciones climatológicas notables. Es una corriente marina cálida, estacional y ecuatorial propia del Pacífico sudamericano que va en dirección de norte a sur y que llega a las costas de Ecuador y Perú entre 2 a 7 años, alternándose con la corriente de Humbolt.
Se ha llegado a establecer que hay un ciclo de 18 años: los primeros 5 son de máximo acercamiento de la corriente de Humboldt, llamado máximo seco; 4 años de seco-lluvioso; 5 años de máximo alejamiento de la corriente de Humboldt (200 millas) producen un clima máximo lluvioso; y después 4 años de lluvioso-seco. La frecuencia de la corriente del Niño parece que ha venido haciéndose más frecuente en las costas sudamericanas en los últimos años.
Es necesario diferenciar la corriente del Niño, que es una corriente periódica que produce un claro cambio de estación en la costa, con el fenómeno climático extraordinario de El Niño. El fenómeno del Niño (FEN) o simplemente El Niño es un fenómeno relacionado con el calentamiento del Pacífico oriental ecuatorial, que consiste en realidad en la fase cálida del patrón climático del Pacífico ecuatorial denominado El Niño-Oscilación del Sur. El fenómeno de El Niño, trae precipitaciones y aumento de temperatura mucho mayor de lo habitual, llegando a provocar en la zona intertropical y ecuatorial, inundaciones por intensas lluvias y catástrofes propias de un cambio climático brusco.
El fenómeno de El Niño se produce a fines de diciembre. Es el momento en que se da un mayor calentamiento de los océanos al sur del ecuador. Las aguas cálidas transforman por completo la meteorología de dicha región costera. En la parte norte de Perú, se observa un fenómeno de El Niño con inundaciones cada 5 ó 10 años. En el sur, estos eventos son escasos, aunque pueden ocurrir.
En un estudio referido a los últimos 475 años, se produjeron 10 eventos muy fuertes. Como por ejemplo, los de 1925, 1983, 1997. Aproximadamente cada 50 años se produce Niño muy fuerte, aunque cada vez son más frecuentes. No obstante, aunque durante las últimas décadas el número de eventos de El Niño aumentó, se necesita un período de observación mucho mayor para confirmar cambios consistentes [2]. Aunque varios estudios de datos históricos sugieren que la reciente variación de El Niño está vinculado al calentamiento global, no hay consenso sobre este aspecto.
[2] Wittenberg, A.T. (2009). «Are historical records sufficient to constrain ENSO simulations?». Geophys. Res. Lett. 36 (12): L12702. Bibcode:2009GeoRL..3612702W (http://adsabs.harvard.edu/abs/2009GeoRL..3612702W). doi:10.1029/2009GL038710 (http://dx.doi.org/10.1029%2F2009GL038710).