A comienzos del siglo XX y siguiendo los proféticos criterios de Joaquín Costa se diseñaron y construyeron embalses para regar y producir energía eléctrica. Antes incluso, a finales del XIX en Barbastro ya se había creado una empresa hidroeléctrica que suministraba fluido a la mismísima Barcelona.
Los valles pirenaicos del Cinca y el Ésera se poblaron de trabajadores que horadaron túneles y construyeron presas para aprovechar los caudales regulados desde antes de nacer los propios ríos pues multitud de ibones pirenaicos fueron represados e interconectados para almacenar más agua. Esto era el progreso, pero los daños colaterales los sufrieron quienes no tuvieron otra opción que ceder terrenos, sucumbir a las servidumbres en forma de torres plantadas en medio de sus campos o incluso tuvieron que abandonar sus casas hasta el límite de ser amenazados con volarlas, como todos sabemos que ocurrió en el río Ara con el proyecto de Jánovas.
Se da el caso de que aquellas concesiones están caducando y ahora que algún alcalde valiente reclama el resarcimiento de tantos abusos la Administración hace oídos sordos. Encima, después de bien ordenado este “imperio-negocio” de las empresas energéticas estamos sufriendo todo el mundo su avidez de beneficios con un aumento de los precios en las facturas de la luz que parece no tener fin. Ni que decir tiene que a alguna ministra no se le ocurre decir otra cosa que esto pasa porque les falta “empatía”.
Ante la cruda realidad que propicia el cambio climático se han reorientado las fuentes de energía hacia modalidades renovables. Las cumbres del clima han puesto fecha de caducidad a la era del carbono y la energía fotovoltaica o eólica parece que quiere reemplazar a las centrales térmicas, basadas en la quema de carbón.
Pero los parques y sus líneas de transporte se están adjudicando de manera poco respetuosa con las zonas ZEPA, con los usos de la agricultura y ganadería tradicionales y siguiendo unos cánones de desarrollo similares a los que he citado refiriéndome a principios del siglo XX.
La oposición de los pobladores se está manifestando ahora como lo hicieron los sobrarbenses hace treinta años y se consiguió entonces echar abajo el proyecto de línea de alta tensión Aragón-Cazaril.
Hete aquí que hay una empresa, Forestalia, que se dice aragonesa y que lleva varios años actuando con mucho oportunismo sobre el territorio con proyectos que perjudican los intereses de zonas rurales como el reciente que se ha descubierto y que consiste en una línea eléctrica denominada en los medios como “Laluenga-Isona”, de titularidad privada, y que pretende instalar en este pueblo del Somontano torres de alta tensión a doscientos metros del casco urbano amén de placas fotovoltaicas pegadas a las zonas de esparcimiento junto a las casas.
Ya este verano los vecinos de la Fueva se movilizaron para alegar la información pública de proyectos de empresas poderosas del Lobby eléctrico que entraban en su término municipal como elefante en cacharrería llenando sus campos de parques fotovoltaicos dejándoles casi sin terrenos donde sacar a pastar sus ganados.
¡YA ESTÁ BIEN!.
En aras a un progreso al que nadie se opone se están extendiendo nuevas servidumbres a las zonas rurales que benefician, como en el caso de Laluenga, a la zona metropolitana de Barcelona y cuyos paganos seguimos siendo los del “patio trasero”, como el pasado siglo y sin restitución alguna.
Forestalia ya planteó hace unos años la planta de biomasa de Monzón y su proyecto se topó con la oposición frontal de buena parte de la población, con Ecologistas en Acción al frente, y que además están logrando a duras penas retrasar un peligro para la salud que se situaría a tan solo seiscientos metros del casco urbano.
Ante tales desaguisados solo queda unirse como lo han hecho las comarcas de Somontano, Ribagorza y Litera, en el caso concreto de la línea de alta tensión Laluenga -Isona, para decir que antes de ocupar terrenos “gratis”, se diseñe un plan de desarrollo integral que sea de verdad sostenible y justo con el territorio, que corrija antiguos abusos y que al menos contemple las debidas compensaciones a los sufridores de siempre.