En el Capítulo 4 habíamos dejado a Rita, que tenía diecisiete años, trabajando en la Casa Biscarra de Selgua y casada con un muchacho del pueblo llamado Francisco Fajarnés Argental.
El matrimonio Fajarnés-Villacampa tardó poco en parir sus primeras dos hijas.
Josefa nació en 1868 y Sebastiana en 1870. Apenas tenia 20 años y Rita ya había dado a luz en dos ocasiones.Pero se avecinaba un hecho histórico que cambiaría el destino de Rita.
En Setiembre de 1861 se inauguró por parte de la Sociedad del Ferrocarril de Zaragoza a Barcelona el tramo ferroviario que unía estas dos capitales. La concesión estaba condicionada a que la nueva linea pasara por Monzón y Lérida. Barbastro quedó fuera por tan solo 20 kilómetros. No se sabe hasta que punto las asociaciones de recaderos y transportistas de la capital del Vero, que monopolizaban el movimiento de mercancías y personas en una plaza comercialmente tan importante como Barbastro, boicotearon la llegada del nuevo ferrocarril a la ciudad.
Pero en el proyecto, la linea ferroviaria sí que pasaba por Selgua.
Unos meses antes de la puesta en marcha de la vía férrea, ya se constató en Barbastro el problema que representaba la desconexión ferroviaria de la ciudad y la imperiosa necesidad de establecer un medio de transporte que conectara la ciudad con la linea Zaragoza-Barcelona.
Parecía que la solución más lógica era la conexión con la estación de enlace más próxima: Selgua. Fue el Ayuntamiento barbastrense, con el alcalde Vicente Juste a la cabeza, quien solicitó la concesión de un “tranway” entre Selgua y Barbastro. El llamado “tranway”, también denominado “ferrocarril de sangre”, no era más que un un vehículo movido por caballos.
La gestión del proyecto “tranway” no fue fácil. La tremenda lentitud en las expropiaciones, los inmediatos incrementos del presupuesto, la reconsideración de si un tranvía era la solución adecuada y la demora de pago por parte de las administraciones a Casimiro Juseu, adjudicatario de las obras, fueron algunos de los motivos que provocaron el fin anticipado del proyecto “tranway” y la decisión de construir una linea de ferrocarril entre Selgua y Barbastro.
La intervención de Pascual Madoz que mantenía unas excelentes relaciones con Manuel Girona Agrafel, director y propietario de la linea de Zaragoza a Barcelona fue decisiva para el nuevo proyecto.
Tras numerosos obstáculos, en 1869 se iniciaron las obras de la linea ferrea. Pocos meses después fueron interrumpidas hasta que en 1878 la Compañía de Caminos de Hierro del Norte se hizo cargo de las obras.
La linea se inauguró finalmente el día 28 de Junio de 1880, tras 20 desesperantes años de problemas, trabas administrativas y dificultades económicas. Pero los barbastrenses se habían dado cuenta a tiempo de la importancia del “camino de hierro” para el futuro de su ciudad.
Cuando en 1878 se reanudaron las obras del ferrocarril, la dirección de la empresa empleó a un número importante de trabajadores que necesitaban descanso y manutención. Para ello la Compañía de Caminos de Hierro del Norte inauguró una residencia en un edificio cercano a la estación de Selgua. Y para la gestión y dirección de la residencia se buscó a la persona idónea.
Alguien habló a la compañía de las habilidades de una mujer que vivía en el pueblo y sabía como gobernar una casa con firmeza y rigor. Además tenía fama de ser una excelente cocinera.
Esta persona era Rita Villacampa Ciprés. Tenía 28 años y aceptó sin duda alguna el trabajo que le ofrecieron.
Al cabo de casi un año las obras se trasladaron a Barbastro para acabar la vía ferroviaria y construir la nueva estación.
La dirección de la Compañía de Caminos de Hierro del Norte estaba tan satisfecha con el trabajo de Rita en Selgua que le ofrecieron el mismo puesto en la nueva ubicación de Barbastro.
Rita aceptó inmediatamente y cogió a su marido, sus hijos y sus enseres y se trasladó a la capital del Vero donde inauguró una Fonda que bautizó con el nombre de San Ramón que era y es el patrón de Barbastro.
El local estaba situado en la calle Río Ancho, actual General Ricardos, justo al lado de las conocidas “escaleretas”. Allí y hasta la finalización de las obras Rita continuó alojando y alimentando a los operarios de la compañía ferroviaria. La calidad de su cocina sirvió para que, tras la inauguración de la línea Selgua-Barbastro, la Fonda de San Ramón siguiera funcionando y acaparando los elogios de barbastrenses y visitantes.
En el año 1886 Emilio Valverde y Alvarez en su “Guía del Viajero en España y Portugal” cita:
“Barbastro. Fondas y comunicaciones.- La estación está a unos cien metros de la población. Se encuentra buen alojamiento en las fondas de España, Zaragoza y San Ramón. Salen coches á la llegada de los trenes para Huesca y Graus, siendo de 5 y 5,50 pesetas respectivamente el precio de cada asiento”
La Fonda de Rita llevaba 8 años abierta y ya era reconocida por uno de los geógrafos, militares y escritores más importantes de la época. Valverde fue asimismo autor de las mas relevantes guías de viajes de finales del siglo XIX.
Otra referencia a la Fonda San Ramón la podemos encontrar en las memorias de Francisco Palá Mediano (1892-1972) notario, abogado, jurista, foralista y primo hermano de mi abuela Ana María Marro Gómez:
“En la segunda planta vivíamos nosotros. El tercer piso de la casa, desocupado entonces, daba paso a pie llano a las Eras. A la casa antigua se unió la situada a la izquierda de su fachada, que se adquirió por compra. Junto a esta se hallaba la Fonda, un caserón con su gran portal para carros, coches y sus cuadras. Entre la casa Fonda y la siguiente quedaba un espacio estrecho, llamado las Escaleretas, por el que se subía a las Eras”.
En el periódico “La Cruz de Sobrarbe” de fecha 6 de noviembre de 1898 se insertó una noticia cuyo texto comenzaba por:
“Ha llegado á esta ciudad, procediendo de Madrid y Zaragoza, una acreditada modista de sombreros de señora con las novedades para la presente estación. En la fonda San Ramón, donde se hospeda, recibe cuantos encargos se la confíen, lo mismo en nuevo que en arreglos, haciéndolos con esmero y economía”.
En la misma publicación de fecha 6 de octubre del mismo año:
“José Pujol cirujano especialista en el tratamiento de las hernias, con largos años de práctica en la casa de don José Clausolles de Barcelona.
En esta ciudad visitará el día 12 del presente mes de NUEVE A UNA, saliendo en el tren de la tarde. Se hospedará en la FONDA DE SAN RAMON”.
En el número del mismo periódico de fecha 7 de julio de 1900:
“Baldomero Cabello. Profesor de piano. Da lecciones en su casa y á domicilio, á precios módicos. Fonda de San Ramón.- Barbastro”.
Asimismo en fecha 17 de Agosto de 1903 el “Diario de Huesca” publicaba:
“Necrológicas: También en la ciudad de Barbastro recibió cristiana sepultura la virtuosa y bella Señorita Paula Fajarnés, hija de Doña Rita Villacampa, propietaria de la acreditada fonda San Ramón en la mencionada localidad. Descanse en paz la finada y reciban su atribulada madre y hermanos el testimonio sincero de nuestro duelo”.
En esta necrológica ya no se menciona al marido de Rita, Francisco Fajarnés. La última referencia la encontramos en una noticia publicada el 27 de abril de 1898 con motivo de la boda de su hija mayor Josefa.
Ello nos indica que Rita enviudó entre abril de 1898 y agosto de 1903.
Francisco Fajarnés aparece en el Censo Electoral de Barbastro de 1892 como “posador” (el que tiene una posada), nacido en Selgua en 1839, analfabeto y con un hermano llamado José, jornalero, nacido en 1845 y domiciliado en la Calle Argensola 30.
Rita nació en Nocito en 1850 donde vivió hasta los 12 años. A esta edad, en 1862, viajó a Selgua para servir en una de las casas más importantes del pueblo.
Tenía 17 años cuando se casó con Francisco Fajarnés. Tuvieron 6 hijos y en 1878 se trasladaron a vivir a Barbastro donde el matrimonio abrió su primer negocio en el mismo año. Fue la Fonda de San Ramón, donde, reclamada por la dirección de la empresa que estaba construyendo la línea ferroviaria entre Selgua y Barbastro, dio comida y alojamiento a los trabajadores del camino de hierro con tal éxito que una vez finalizadas las obras el 28 de junio de 1880 la fonda siguió funcionando con gran reconocimiento popular tanto por la calidad de la cocina de Rita como por la limpieza, la higiene y la disciplina con que dirigía su establecimiento.
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