Ficha técnica
Dirección y guión: Álex de la Iglesia.
Países: España y Francia.
Año: 2010.
Duración: 108 min.
Género: Comedia dramática.
Interpretación: Carlos Areces (Javier), Carolina Bang (Natalia), Antonio de la Torre (Sergio), Manuel Tallafé (Ramiro), Fernando Guillén Cuervo (capitán miliciano), Enrique Villén (Andrés), Santiago Segura (padre del payaso tonto), Sancho Gracia (coronel Salcedo), Juan Luis Galiardo (Ring Master), Manuel Tejada (jefe de pista), Gracia Olayo (Sonsoles).
Producción: Gerado Herrero y Mariela Besuievsky.
Música: Roque Baños.
Fotografía: Kiko de la Rica.
Montaje: Alejandro Lázaro.
Diseño de producción: Eduardo Hidalgo.
Vestuario: Paco Delgado.
Distribuidora: Warner Bros. Pictures International España.
Fecha de estreno: 17 diciembre 2010.
No recomendada para menores de 16 años.
Sinopsis
Balada triste de trompeta» arranca en 1937, con los monos de un circo aullando dentro de su jaula mientras en el exterior otro circo, el de la Guerra Civil, sigue su curso. El payaso triste, reclutado a la fuerza por los milicianos, perpetra una carnicería en el bando nacional sin abandonar su disfraz. Así arranca esta historia en la que Javier y Sergio, dos terroríficos y desfigurados payasos, se enfrentan a muerte por el ambiguo amor de una bailarina.
Crítica por Fer Broto
La última propuesta del personalísimo director madrileño Alex de la Iglesia, Balada triste de trompeta, se asomó a la ventana que cada semana ilumina la pantalla de nuestro Cine Cortés.
Tras el paréntesis que supuso en su carrera Los crímenes de Oxford (la que debía de ser su presentación en el mercado anglófono y que resultó la más impersonal de sus películas con un contenido, tal vez, excesivo) ahora retoma su gusto por el esperpento, por lo excesivo, por lo grotesco… pero resulta que el brillante continente, no deja desarrollar de manera suficiente el contenido.
La película arranca con unos espectaculares títulos de crédito y con un prólogo prometedor -con presencia de Fernando Guillén Cuervo y Santiago Segura– con payaso blandiendo un machete entre las tropas nacionales, incluido.
La historia se retoma en el año 1973 con la entrada a trabajar de Javier -el niño del prólogo- como payaso triste en un circo donde la estrella es Antonio, el payaso tonto, que es alcohólico y un tirano. Este es el paisaje ideal para Alex de la Iglesia, por el que pueden ir apareciendo una serie de personajes estrambóticos como telón de fondo, para que pueda desarrollarse esa lucha a muerte entre los dos payasos por el amor voluble de la Chica de la cinta.
Pero a partir del suceso cuando Javier ataca y desfigura el rostro de su rival, la película pierde ritmo e interés, quedándose ya en un festival mas escénico que argumental, acabando con uno de esos finales que tanto le gustan al realizador, otra vez en las alturas (El día de la bestia, La Comunidad), y esta vez nada más y nada menos encima en la cruz del valle de los caídos.
El guion, también firmado por De la Iglesia, no consigue que los personajes, y por ende la historia, puedan arrancarse el disfraz y desarrollarse.
A los actores les sucede un poco lo mismo, se ven limitados y aprisionados por el guion, pero aun así se distingue quién tiene oficio, y quién no, Javier Areces y Antonio de la Torre están bien, los secundarios todos perfectos (Manuel Tejada, Enrique Villén, Gracia Olayo…), pero no podemos decir lo mismo de la actuación de la emergente Carolina Bang, que de tan perdido que esta el personaje ella misma acaba perdida.
No quiero olvidarme de la buena fotografía y el diseño de producción que aporta lo que la película necesita, ni tampoco de esas perlas con la que el director contextualiza como el asesinato a Carrero Blanco, o esa actuación de Raphael en una decadente sala de cine.
Una película que no dejará indiferente al espectador, donde vuelve a revolucionar escénicamente el panorama cinematográfico nacional, con la que tal vez sea su obra más personal desde la brillante El día de la bestia, en el ya lejano 1995.