En plena Sierra de Guara encontramos la localidad de Otín, emplazada en una meseta a 1.040 metros de altitud. El acceso principal a pie es a través de Rodellar, aunque también, si partimos desde Bara, se puede llegar en una ruta más larga desde Nasarre. Por medio de pista se puede arribar desde Las Bellostas / As Billostas.
La primera mención histórica de Otín se remonta al año 1151. En 1785 aparece como lugar y en 1834 formó ayuntamiento con Letosa. No obstante, en 1845 se une al municipio de Rodellar y en la actualidad se integra en el de Bierge. En 1646 cuenta con 5 fuegos y durante el siglo XVIII agrupa a 17 vecinos en 1713 y 13 vecinos con Letosa en 1797. Por su parte, Pascual Madoz da 7 casas, 9 vecinos y 67 almas para mediados del siglo XIX y consta con 76 habitantes en 1857.
La población de Otín durante el siglo XX fue como sigue: en 1900: 63 habitantes; 1910: 84; 1920: 88; 1930: 84; 1940: 112; 1950: 46 y 1960: 19 vecinos. A partir de este último año la localidad ya no aparece en el Nomenclátor. Sin embargo, en la década de 1980 Otín recobró cierta vitalidad con la apertura del bar Manolo por parte de un catalán. Por desgracia, apenas una década después el silencio y el abandono volvieron a Otín de forma definitiva.
El núcleo de Otín se articula en torno a dos barrios y está formado por doce casas: Artosilla, Bellosta, Cabalero, Campo, Cebollero, Fumanal, O Carretero, O Lujo, O Piquero, Purnas, Prico y Tixidor.
En cuanto a la arquitectura tradicional, pese al estado ruinoso actual, sabemos, gracias al testimonio de Juan José Santolaria, cómo era casa Cabalero. Así, contaba, a pie de calle, con patio, cuadra, masedría y un cuarto pequeño en donde estaba el torno y la bodega. A continuación, en el primer piso: habitación –la más grande de la casa–, cocina con el hogar –que contaba con tres cadieras–, comedor, alcoba, dos habitaciones grandes y salón –que tenía una mesa grande, bancos y sillas–. Por último, en la parte superior de la casa, se encontraba el granero, el hueco de la chaminera y la falsa, donde se guardaban principalmente cebollas y trastos.
Igualmente es destacable casa Bellosta, un edificio de gran tamaño con unos impresionantes bajos abovedados y la estructura siguiendo las normas arquitectónicas propias del Alto Aragón. Pese a su deterioro actual, por fortuna el pireneísta Lucien Briet la fotografió en 1908 en todo su esplendor.
La iglesia parroquial está dedicada a San Juan Bautista, datada en el siglo XVII, y compuesta por una sola nave. Hoy en día su situación es ruinosa, ya que ha perdido gran parte de su techumbre y el interior se halla devastado. El templo era atendido por un sacerdote que venía de Nocito en la década 1940-1950 y después de Rodellar. La última boda que se ofició fue en los años 50.
Por otro lado, en Otín podemos visitar también la ermita de la Virgen del Barranco, ubicada en las inmediaciones el camino que conduce al despoblado de Letosa. Presumiblemente fue construida en el siglo XVII y tiene nave única y planta rectangular. Afortunadamente todavía se conserva con relativa dignidad.
En un ambiente de subsistencia y autarquía, los habitantes de Otín se especializaron en diversas labores. Así, el carpintero era de casa O Carretero y el esquilador, aunque no ejercía de profesión, era de casa Artosilla. El pueblo contaba con herrería, pero con el fallecimiento del herrero se perdió el oficio en el lugar. Así que después venía de Letosa y posteriormente de Bara.
Para otros servicios era necesario ir a Rodellar. Es el caso del barbero y del sastre, quien subía con la máquina al hombro y atendía también a Letosa y Nasarre. El cartero iba todos los días, pero en los últimos años previos al abandono las visitas se redujeron a una única vez a la semana. El médico estaba en Adahuesca, aunque había practicante en Rodellar y después en Bierge. En cuanto a la Guardia Civil, se acercaban tres agentes a Otín dos veces por semana. La gran mayoría de ellos se desplazaba caminando.
Por otro lado, en Rodellar se compraba todo aquello que no había en Otín y se transportaba en burros o machos. No obstante, algunos vendedores de Rodellar y Bierge subían cada semana y llevaban pan, vino, azúcar, arroz, tomateros o hilo, entre otros productos. Por lo general se les encargaba aquello que se necesitaba y lo traían al pueblo.
Pese a que había escuela en Otín, la localidad aportaba pocos niños. Allí, además de los de Otín, iban los zagales de Nasarre, Letosa, San Póliz y las pardinas de Vellanuga y Ballabriga. En total, una veintena de alumnos a principios de los años 50. Las maestras que ejercían eran generalmente novatas, algunas de ellas vinieron de Pueyo de Fañanás, Salas Altas y Barcelona. Normalmente no solían continuar más de un curso, excepto una maestra de Barcelona que estuvo unos tres años. La escuela se cerró entre 1956 y 1957.
En los campos de Otín se sembraba trigo, ordio, cebada, alfalfa, trébol o tefla, pepirigallo, calabaceras, nabos o napos y abundantes patatas. En cambio, en el huerto durante la primavera y el verano se cultivaba lechuga, tomate, pepino, pimiento, judías verdes y cebollas. Durante el invierno se plantaba col, acelgas y escarola. Las únicas herramientas de labranza eran el aladro y las caballerías. Por su parte, la ganadería se basaba en ovejas y cabras. Algunas personas, sobre todo desde Huesca, subían a comprar los animales. Según la casa se solía matar uno o dos tocinos al año. Asimismo, se cazaban principalmente perdices, conejos, gorriones y tordas.
El agua para beber se cogía en la fuente O Lugar y para abrevar y lavar se extraía de un pochanco situado al lado de la ermita. La iluminación era con candiles de carburo y aceite.
En Otín había dos festividades. La fiesta grande era para San Bartolomé y duraba tres días: 24, 25 y 26 de agosto. Además de misa, amenizaba la fiesta la orquesta “Nasarre y sus ritmos” de Adahuesca que solían cantar jotas a las mozas y hacían ronda por las casas. En cada casa sacaban tortas, pastas y porrón después de rondar. La comida se alargaba hasta altas horas y después de comer se hacía baile en la escuela, en la que se llegaban a juntar alrededor de cien personas. Los mayores jugaban a julepe mientras los jóvenes bailaban. A estas fiestas acudían personas de Letosa, Bara, Nasarre, Bagüeste, San Póliz y de las pardinas Ballabriga, Vellanuga y Albás.
La fiesta pequeña era para San José los días 19 y 20 de marzo. El acto principal era la celebración de una misa el día 19 y la posterior comida.
El tiempo atmosférico en Otín no era tan adverso como en Nasarre. De hecho, Otín no llegaba a quedar incomunicado con las nevadas, puesto que había salida por A Costera. Sin embargo, en una noche podía llegar a caer medio metro de nieve.
En cuanto al ocio, los mayores de Otín, según nos relata Juan José, se entretenían “charrando en a branquilera d’a puerta de casa”. Por su parte, los niños galopaban por los barrancos, jugaban a crucimbarro y, sobre todo, ayudaban en las tareas cotidianas de la casa como soltar los corderos o dar gavillas.
Algunas tradiciones que se realizaban era colocar patas de jabalí, buitre o águila en las puertas de las casas para ahuyentar a las brujas y, a final de año, celebrar la Tronca de Navidad. Asimismo, se iba andando hasta el santuario de San Úrbez en rogativa para pedir agua y también se bajaba a la fiesta de la Candelera en Barbastro para la venta de tocinos, pollos y gallinas.
La emigración se produjo por la falta de expectativas de un futuro próspero en Otín: vida muy sacrificada y carencia de pista, agua y luz. A modo de ejemplo, la única maquinaria que llegó al pueblo fue una aventadora. Todo el pueblo acudió a tal acontecimiento: la desarmaron en Rodellar y la subieron por piezas a Otín. Así las cosas, las familias marchaban y en el pueblo solo quedaban los solteros. En los primeros años de la década de 1970, con la marcha del último habitante, Félix Mairal Bellosta, de casa O Lujo, quien permaneció varios años en completa soledad, Otín quedó finalmente vacío.
Nuestro más profundo agradecimiento a Juan José Santolaria, de casa Cabalero, por su testimonio recordando cómo era la vida en Otín, así como a Chusé Raúl Usón por facilitarnos el contacto.
La despoblación y el abandono de pueblos no solo suponen la pérdida de su historia milenaria, sino también de su patrimonio material e inmaterial y los recuerdos de toda una vida. Es por ello que animamos a aquellas personas descendientes de pueblos abandonados del Somontano que quieran mantener vivas sus historias y memorias que se pongan en contacto con nosotros en el correo redaccion@rondasomontano.com