A sus casi 100 años, el escritor Martín Arnal acaba de publicar su tercer libro: ‘Sin romper el hilo de nuestra historia’. Él dice que se trata de una serie de relatos, textos y párrafos que ha ido escribiendo en hojas sueltas, pero es mucho más que eso, es memoria viva.
Un proverbio africano dice que cuando muere un anciano es como si ardiera toda una biblioteca, tenemos la suerte de que a Martín Arnal le haya dado por escribir y dejar en papel su particular biblioteca libertaria.
Combina vivencias personales, reflexiones y datos históricos con la profundidad de alguien que ha luchado un siglo, y con la agilidad del revolucionario que lleva dentro.
Habla de las mujeres, con respeto y admiración, “el amor será libre o no será”. Promueve la igualdad, dice que “nada se hace sin el acuerdo de la mujer o nos estrellaremos todos juntos”.
Sienta las bases de una República que no pudo ser, social, laica y con leyes justas votadas y queridas por la mayoría de la gente trabajadora. “¿Y si hubiéramos ganado la guerra?”, me preguntó un día que lo visité en su casa de Angüés. Cuando habla de tiempos pasados, su mirada inteligente chisporrotea, a veces es capaz de reír al recordar una anécdota, otras, le viene la emoción al hablar de sus hermanos, que perdieron la vida a manos de los fascistas.
Incansable, no paró hasta encontrar hace escasamente tres años la fosa común donde estaba enterrado su hermano Román.
En este libro también habla de capitalismo, industria y agricultura. Algo tendrá que decir sobre los derechos de los trabajadores una persona que se ha deslomado de joven en el campo y luego en la construcción, que participó en las colectividades agrarias y vivió en el exilio. Conoce bien la práctica y también la teoría, por su inteligencia natural y la cultura que da ser un lector empedernido.
Martín Arnal echa la vista atrás, pero no para lamentarse, sino para aprender de los errores del pasado. Da una lección de ecología, él que trabajaba una tierra que no era la suya, nos avisa “hay que reducir los gases que emponzoñan la atmósfera”, volver a los productos naturales, lo ecológico que está tan de moda.
Se atreve con temas de actualidad, como corrupción, monarquía y regionalismo, habla sin pelos en la lengua y con conocimiento.
Este “sembrador de memorias” cuenta que nació una noche gélida de noviembre de 1921 en la que se helaron hasta los olivos. Es un superviviente, no pudo con él el frío, ni la guerra, ni la dura posguerra en el exilio, tampoco ha podido acallarlo el paso de los años. Dice que tomó el bolígrafo con la intención de darle a su cabeza un ejercicio, una gimnasia necesaria, con el interés de que no se le duerma y siempre esté viva.
Su abuela Juana lo miraría orgullosa desde la rueca, Martín Arnal ha conseguido que el hilo no se rompa, el hilo de su historia que también es la nuestra.
¡Salud y libertad!