A propósito de la propuesta para que el nuevo centro de salud de Barbastro lleve el nombre del Dr. Cardús, he creído conveniente hacer memoria de la vida de este ilustre altoaragonés, médico de profesión, amante de su tierra y de su gente, y apasionado del saber, cuyo legado va mucho más allá de los escritos y fotografías que dejó pues, como él mismo se definía, era un “levantador de liebres”.
Tenía el doctor la capacidad y la intuición de ver mucho más allá del tiempo presente, bien haciendo descubrimientos sobre nuestro pasado que ponía en manos de los expertos para su posterior estudio, o bien proyectando infraestructuras e ideas para el futuro de nuestra tierra –que todavía hoy fructifican–, como el recientemente inaugurado refugio de montañeros de Nocito, producto de una idea suya, para cuyo fin llegó incluso a donar una casa de su propiedad.
Mucha de la información contenida en este artículo se debe a lo publicado a lo largo de los años por personas que tuvieron el privilegio de contar con su amistad y/o de compartir con él conocimientos y experiencias. Me refiero a Bizén D’Río, Benito Moliner, Julio V. Brioso y Mayral, Feliciano Llanas Vázquez o Lorenzo Celada.
Etapa de niño y estudiante
D. José Pedro Cardús Llanas nació en Huesca el 19 de octubre del año 1908. Hijo de D. José Cardús Luna, ingeniero tercero del Cuerpo de geógrafos, oficial segundo de Administración, y de Dña. María Patrocinio Llanas Aguilaniedo, natural de Fonz.
Los Llanas se habían dedicado a la cirugía desde hacía varios siglos, aunque D. Feliciano, el abuelo materno, era farmacéutico. Suya era la “Farmacia Llanas” de Huesca, si bien primero se había establecido en Fonz, donde contrajo matrimonio en 1875.
José Cardús Llanas perdió a su padre cuando no tenía ni 4 años, el 21 de julio de 1912 para, pocos años después, el 19 de septiembre de 1916, siendo un niño de 7 años, perder también a su madre. A partir de entonces fue criado por sus abuelos maternos, D. Feliciano y Dña. Victoria.
La tradición familiar de los Llanas y que el abuelo fuera farmacéutico influirían, sin duda, para que “Pepito” estudiara medicina. Estudió en Huesca y en Zaragoza, para posteriormente viajar, en busca de especialización, a Francia, Alemania, Holanda, Bélgica, Checoslovaquia e Inglaterra; países donde se especializó en ginecología y maternidad, profesión que ejerció en su tierra.
A los veintidós años de edad, y con el título de Licenciado en Medicina y Cirugía en el bolsillo, pasó a Madrid, donde se matriculó en las asignaturas del doctorado, y donde cursó estudios en la Escuela Nacional de Sanidad. De allí salió diplomado en Medicina Tropical.
A los veintitrés años operó su primera cesárea en la Universidad de Bordeaux (Francia), donde inventó un aparato, que se patentó, y fue adoptado por esa Universidad (y otras), para la reanimación de niños recién nacidos, asfícticos. […]
Permaneció un año en Burdeos, y dos años en la Universitaets Frauenclinik (Clínica Universitaria de Mujeres) de Freiburg im Breisgau (Alemania).
Políglota –hablaba francés, inglés, alemán y aragonés– y muy viajado, afirmaba ya en uno de los artículos del año 35, del pasado siglo XX, conocer los caminos de hierro franceses, ingleses, belgas, holandeses, austriacos y, por supuesto, alemanes.
Su estancia en Alemania, a donde había llegado en el verano de 1934, se vio interrumpida por el comienzo de la Guerra Civil en España, el mes de julio de 1936. Nos lo contaba él mismo en una de las entrevistas que se publicaron en su día: “Llego a Huesca en julio de 1936, donde permanezco durante todo el asedio en calidad de teniente médico (antes alférez), ayudante de manos del equipo quirúrgico militar del capitán doctor Vidal García Bragado, ayudando también a su hermano Franco. Allí teníamos que seguir operando de pie, cuando nos sorprendía uno de los frecuentes bombardeos de artillería, de aviación, o de las dos cosas a la vez, pues no podíamos dejar abandonado en la mesa de operaciones al herido que estábamos operando debajo de una claraboya o tragaluz.”
Pasada la Guerra Civil y dedicado ya a su profesión médica, “hombre inquieto, no puede descansar ni un momento, es capaz de recorrer los kilómetros que sean necesarios para atender un parto o cesárea y luego acercarse a otro pueblo a ver las ruinas de algo que dicen que fue un castillo o vaya usted a saber”.
Seguirá …
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