Sostenibilidad es palabra de moda y parecería que acaba de aparecer en nuestras vidas. Sin embargo, hay que remontarse a 1987, cuando Naciones Unidas elaboró un documento bajo el expresivo título “Nuestro futuro común”. Entonces, ya se ofrecían soluciones a los problemas derivados de un crecimiento poblacional totalmente desequilibrado en las distintas zonas del planeta y también a un proceso de industrialización global muy poco respetuoso con la Tierra.
En 2021, tenemos claro que debemos proteger el medio ambiente, fomentar el crecimiento económico y trabajar por un desarrollo social que satisfagan las necesidades presentes sin comprometer a las generaciones futuras.
Esa sostenibilidad así definida es un compromiso compartido que depende no sólo de las organizaciones internacionales sino especialmente, bajo mi punto de vista, de las actuaciones locales. Construir el mejor porvenir global será producto de la suma de acciones desde el propio territorio y entorno.
A partir de ese criterio de cercanía, también debemos buscar las oportunidades, aprovechando el potencial de cada zona, con base en sus recursos.
Si se me permite apuntarlo, el aragonesismo se proyecta al futuro desde esa convicción: pongamos prioridad en lo nuestro, sabiendo que “Aragón, primero” con la certeza de que formamos parte de España y Europa, pero que nuestra inmediata obligación está aquí, con nuestra gente, ya que esta tierra aragonesa, además, presenta unas condiciones formidables de progreso económico y social sostenible. Incluso la terrible pandemia ha confirmado esas características porque ofrecemos vitalidad, espacio, naturaleza, colaboración y un horizonte por alcanzar. Es Aragón, donde plasmar comarca a comarca, municipio a municipio, ese mismo enfoque global-local.
Así, en lo más próximo, todos somos conscientes de que Barbastro y el Somontano vinculan su desarrollo a la agroalimentación, la industria limpia, el turismo, el comercio y los servicios.
Con esa perspectiva, los Objetivos de Desarrollo Sostenible fijados por las Naciones Unidas son de aplicación directa aquí, particularmente cuando se defiende promover un turismo sostenible que además de crear nuevos puestos de trabajo, fomente, mantenga y conserve la cultura y los productos locales.
Nuestra ciudad y comarca, con todos sus pueblos, son escenarios ideales. Disponemos de muchos ejemplos en marcha, con la oferta de ocio activo, difusión del patrimonio y eventos… o una muestra tan evidente como el vino que reúne agricultura y cultura, promoción, gastronomía, industria, nuevos segmentos y productos turísticos, implicando a todos los sectores económicos.
Contamos con todos los elementos esenciales para crecer en el turismo sostenible y unas expectativas incuestionables. Barbastro y el Somontano son tierra de futuro en este ámbito, con factores que no se puede deslocalizar.
Junto a todo ello, hay que señalar dos aspectos, sin duda favorables. Cada vez más, la demanda de los turistas responde a destinos como el nuestro, que procura espacios abiertos y por descubrir, que genera experiencias y sensaciones o sentimientos. Al mismo tiempo, esa sostenibilidad que salta a la vista, con la tierra y la vida como fueron, es un vector de atracción valorado. Es decir, el visitante nos elegirá porque hemos sido capaces de preservar este territorio y acoger en él.
Tenemos que profundizar en esa determinación, con la seguridad plena de que así, tanta esperanza que depositamos en Barbastro y el Somontano, se hará realidad.
Unidos podemos conseguirlo, lo tengo claro.
